Aunque parezca increíble, una herramienta tan moderna como el Facebook, me ha permitido regresar al pasado y saborear lugares y situaciones que ya creía olvidadas. Me explico. Dado que este sistema permite la inserción de fotografías y videos, aparte de bucear entre nombres y rostros, para tratar de identificar a personajes que en algún momento ocuparon el mismo espacio nuestro, he podido reencontrarme con pretéritos amigos y compañeros, gente un tanto diluida en el recuerdo y que hoy renace, sacudiéndose el polvo del pasado.

Fotografías que dormían en álbumes de familiares, me han trasladado a esos años despreocupados, cuando la niñez era nuestra gallarda enseña y ni imaginábamos los problemas que más tarde se enseñorearían con nuestra existencia. Fueron años de travesuras y retozos, de displicencia y complicidad.

En dichos retratos, aparecen calles con una fisonomía tan distinta a la actual, personas vestidas con trajes que ahora parecen estrambóticos, risas que trasuntan una alegría añeja y que por el sortilegio de una fotografía, quedaron momificadas en un rictus perpetuo. Y uno, perplejo, va eligiendo lo que es propio y comienza a rehacer lo que se ha ido transformado en una serie de mosaicos mentales, para rescatar esos momentos que significaron el día a día de nuestro ayer.

Y es tanto nuestro asombro, al repasar esas estampas monocrómicas, que se tiende a dudar si en aquellos lejanos días, hubo cielos azulados y arco iris en nuestras mejillas, si la mirada de nuestros abuelos contempló el verde de los álamos y la sinfonía de colores que implicaba la felicidad de existir.

Allí se produce la conciliación de la tecnología con mis recuerdos, los cuales coloreo y, con ello, recompongo la paleta mágica que le dio luz a nuestro pasado. Recuerdos que permanecieron larvados, casi intocados y ahora conmovidos y resucitados.

Facebook me ha dado una mano, es una diestra intangible, de dedos interminables, no he sentido la calidez del contacto humano, pero, lo que me ha otorgado, ese pasaje al recuerdo, el rescate de las sonrisas pretéritas, me deja satisfecho, por haber reordenado mis archivos mentales y por comprender que no todo tiempo pasado fue mejor, sino propio y coloreado de acuerdo a nuestras mejores intenciones, blanqueando lo ambiguo y coloreando lo que era derechamente gris...