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SOFIAMA Y SU VIAJE A GUATEMALA

Escribe: Sofiama



Queridos cuenteros:

Como varias personas de la página me pidieron que les relatara lo que hice en mi viaje a Guatemala, les escribo, aprovechando la onda de las epístolas que se está retomando en esta columna para contarles sobre éste.


Primero, quiero aclararles que soy súper mala ubicándome espacialmente, así que si digo algún disparate, háganse los locos y no empiecen a bombardearme geográficamente, ya que de seguro los enviaré a otro sitio que no es precisamente Guatemala.


Como todos ustedes saben, partí de mis tierras de Ficticia a Ciudad de Guatemala el día 4 de agosto. Al llegar al aeropuerto La Aurora, me sorprendieron los amplios pasillos que hay que caminar hasta llegar a Inmigración. Siendo Guatemala un país pequeño, pensé que todo era pequeñito, pequeñito como en los cuentos de Hadas.



Caminaba y caminaba; los pasillos se hacían cada vez más largo; estoy acostumbrada a andar largos trechos, descalza, sobre la arena de mis playas, pero nunca sobre pisos de porcelanato tan brillantes como los de ese aeropuerto. Para colmo, como el servicio de inmigración de ese país me obligó a vestirme y a calzarme, se me hacía incomoda la travesía. No sé qué cara tenía, pero de pronto, un señor muy amable que trabaja en el aeropuerto y que conducía un carrito de esos que transportan a las personas discapacitadas, se dirigió a mí y dijo:
- Seño, ¿le doy un jalón?
No entendí, porque para mí “jalón” es que me tiran del brazo y me llevan a la fuerza. Miré con expectativa al señor; éste, quizás, viendo mi cara de asombro y mi ceño fruncido, señalando los asientos del carrito, agregó:
- ¿La conduzco hasta inmigración?



Obviamente, no me hice de rogar, subí a toda prisa y fui conducida al sitio indicado. Salí rapidito porque todo es ordenadito y sin rollo en esas oficinas. Luego, recogí mi pequeña maleta. Realmente, no llevé mucha ropa porque no me dio tiempo de equiparme, recuerden que en mis tierras de Ficticia no nos vestimos. Sin embargo, llevé lo necesario para cubrir mi cuerpo y no ser deportada por inmigración por andar desnuda.


Cuando salí del aeropuerto, unos amigos esperaban por mí. Me llevaron de inmediato a conocer la ciudad y me explicaron y mostraron cosas muy interesantes sobre esa ciudad donde lo antiguo y lo moderno se mezclan como si fuera un cuento de Gabriel García Márquez. Me informaron que hasta 1776 la capital de Guatemala era la ciudad llamada Antigua, pero debido a un terremoto que destruyó a esta última, la capital fue situada en Ciudad de Guatemala.


Me enteré de que en Ciudad de Guatemala hay muchas exposiciones de artistas plásticos en diferentes galerías de arte, pero el tiempo era muy corto para dedicarme a ello y preferí conocer la zona histórica y pude visitar la Plaza Mayor, el Palacio Nacional, la Catedral, la Biblioteca Nacional, entre otros. En la avenida Reforma están colocadas varias estatuas dedicadas a los héroes de la independencia de Guatemala y América
Visité, también, un sitio arqueológico que está en la propia ciudad de Guatemala llamado Kaminal Juyú donde se encuentra enterrada una ciudad Maya muy antigua, del período pre-clásico. Realmente, impresionante.


Luego, fui a comer con los amigos y cual sería mi asombro cuando uno de ellos me preguntó que si quería ir a comer a una “Pupusería”. Quedé en el sitio cuando mencionó esa palabra y no sabía por qué me invitaban a comer algo que sonaba tan extraño.



Les cuento que “Pupusería”, en mis tierras, es cualquier cosa que se expulse porque le sobra al organismo, y que por supuesto, no comemos. Ahora me muero de la risa, pero en aquel momento, mi asombro fue mayúsculo. Luego, me explicaron que “Pupusería” era una palabra salvadoreña y que en ese lugar preparaban una comida riquísima con harina de maíz que se llamaba “Pupusa”. Mi expresión facial como que quedó traumatizada por el vocablo porque desistieron de la invitación, así que fuimos a otro lugar a comer un pollo famoso que allá llaman “Pollo Campero.” Es un pollo frito, pero tiene una salsa como el Ketchup, pero no es Ketchup, es Campero. El ketchup sabe a Ketchup, y el Campero a campo; ésa es la gran diferencia.



Unos días después, me trasladé a la ciudad de Antigua que está a unos 45 minutos, aproximadamente - en carro- de la Ciudad de Guatemala. Aquí, se encuentra un gran número de edificaciones restauradas. Su arquitectura es de tipo colonial. Es una ciudad bella y encantadora que invita a soñar. Los hoteles son en su mayoría posadas de gran confort cuyos mágicos patios centrales albergan, generalmente, hermosos jardines cubiertos de flores y fuentes hechizantes. Cuando los visitantes entran a las posadas, lo primero que escuchan son los sonidos cantarines de los chorros de agua que emanan de las fuentes. Alrededor de éstas, sitúan las mesas donde los comensales pueden ordenar desde comidas típicas como el gran pollo al pepián y al jocón, acompañados de arroz y de las famosas tortillas hechas de maíz, hasta comidas internacionales. El pollo al pepián y al jocón lo preparan con unas salsas que los guatemaltecos o chapines (como se les dice popularmente) las llaman “recado” y que se sirve en unas grandes tazas o platos, se acompaña con arroz, el cual debe echársele al “recado” para degustarlo. ¡Ah! No hay que olvidar la famosa cerveza “Gallo” que al decir de los guatemaltecos, ha ganado premios internacionales por su gran y exquisito sabor.


Después de comer, salí a caminar por las calles de Antigua y visité varios monumentos históricos, todos caracterizados por su gran arquitectura y su majestuosidad. Entre los que recuerdo están: la Vieja Plaza Real, el Palacio de los Capitanes Generales, la Catedral, el Palacio Municipal, y más de 30 Monumentos coloniales que conforman uno de los patrimonios culturales más importantes de la humanidad.

El monumento que más me detuve a observar fue El Convento de las Capuchinas. Éste era un claustro- templo y su nombre original fue Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza. Según contó la guía turística fue el último monasterio de mujeres de la región. Allí estaban recluidas como unas 30 jóvenes, incomunicadas, bajo la supervisión de una madre Abadesa. Vivían en extrema pobreza y con unas dietas muy estrictas. Al entrar a formar parte de las congregación, las jóvenes enclaustradas debían renunciar a todo bien material y vivían de las dadivas recibidas. Así que ellas, por lo visto, nunca comieron ninguno de los pollos mencionados.


Otra cosa que no se pueden perder en Antigua son los viveros. Por supuesto, sólo visité uno porque sería imposible caminarlos todos y necesitaría por lo menos un mes más para poder conocerlos. Sin embargo, les puedo decir que aún guardo en la memoria de mi corazón y en las fibras de mí ser, aquel hermoso jardín de plantas tan variadas y flores tan exóticas nunca antes contempladas. Mi alma aún anida la experiencia vivida en ese mágico lugar, donde tuve la grata dicha de ser transportada a un mundo multicolor, pletórico de sensaciones y emociones que puedo definir como únicas en mi vida.


Salí de Antigua en un tour, de esos preparados por unas agencias de viaje, y me dirigí a una población indígena llamada Chichicastenango. “Tenango” en lengua náhuatl significa “región de”, y “Cichicaste” significa “Ortiga”. Son como unas 4 horas de carretera desde Antigua. Todos los turistas que viajaban conmigo - en el bus - eran de origen español. Miré, por si había alguno de los cuenteros allí, pero no, nada que ver. Ninguno era escritor ni del planeta azul.


Llovió copiosamente durante el viaje, y todas las maletas se mojaron porque iban arriba del bus tapadas con unos plásticos que por lo visto no las cubrieron bien y resulta que cuando llegamos al hotel mis poquitas ropas que llevaba estaban tan mojadas que parecían lloverse. Me puse nerviosísima porque ¿y si me deportaban por no tener que ponerme al día siguiente?

Siendo sábado, no estaba abierta la lavandería del hotel y la guía turística se había marchado. Finalmente, hablé con el vigilante del hotel quien se comprometió a prender las secadoras de éste y, además, secó mi ropa porque a mí no me permitían estar en la lavandería. Mí maleta la sequé con un secador de pelo.


Al día siguiente, todos contaron las anécdotas vividas por las ropas mojadas y según dijeron los españoles, en su mayoría de Barcelona, pasaron toda la noche tratando de secarlas con los secadores de pelo porque a ellos no les quisieron prestar las secadoras del hotel. Así que después de todo, pienso que las oraciones de mis amigos de la página azul surtieron efecto, porque las maletas no se me perdieron y fui la única a la que le secaron la ropa. ¿Qué tal? Así que la próxima vez, no sólo pedirán que no se me pierdan las valijas, sino que no se me moje la ropita. Ya saben, hasta para pedir hay que tener arte.

Después de escuchar cada historia sobre la ropa mojada, visité el mercado de Chichicastenango que es uno de los más famosos en toda Guatemala. El mercado se expone sólo los jueves y domingos. En la iglesia que hay cerca del mercado hacen rituales para pedir por la curación de familiares enfermos y oran para tener buenas ventas en esos dos días. Los artículos que venden son todos artesanales con unos precios tan irrisorios que hasta da dolor ver cómo los indígenas regalan sus productos tan bellos, fabricados con tanto esfuerzo. Venden desde joyas de plata labradas con motivos mayas y piedras de jade incrustadas, hasta lápices artesanales bordados con los nombres, a requerimiento del comprador. Anduve por el pueblo y me pareció muy folclórico.


Al día siguiente, recorrí en una lancha el Lago Atlitán. Dicen que es el lago más bello del mundo, sin embargo, amigos - aquí entre nos- creo que en belleza compite con mi lago de mis tierras de Ficticia. Desde el paseo en lancha, se aprecian los volcanes de Tolimán y San pedro. Majestuosos e imponentes, infunden gran respeto al contemplarlos.

Después de ese viaje, volví de nuevo a la Ciudad de Guatemala. Al día siguiente, fui en avión hasta El Petén para visitar el Parque Nacional Tikal que es una reserva natural arqueológica donde, según el guía turístico de esa región, quien era un estudiante de tercer año de Arqueología, se encuentran las ruinas Mayas más importantes del mundo. No sé si son las más importantes, pero si les puedo decir que las pirámides son impresionantes, majestuosas. Son varias, pero visité cinco; la número cuatro es la más alta. Tiene 200 escalones para llegar hasta la cima. Les cuento que los subí sin problema; ah… ¿no sabían que soy atleta? Pues si, hago mucho ejercicios diariamente y estoy físicamente en muy buenas condiciones.


Al día siguiente volví a subir a un avión que me llevó de vuelta a la ciudad de Guatemala. El viaje sólo dura media hora.



¡Ahh! ¡Y… los dulces! ¿Qué decir de los dulces? Variadísimos: de tamarindo, guayaba, zapote, de leche, de coco y ufff…. deliciosos y exquisitos. Comí tanto dulce, que estaré endulzada por un largo tiempo.


Pero… ¿Saben que fue lo que más me gustó de Guatemala? Su gente: encantadora, gentil, servicial, hospitalaria, educada y siempre risueña, a pesar de los pesares que tantas veces llevan acuestas.


Así que, volveré a Guatemala, tan pronto pueda. Un beso y un abrazo a todos y gracias por sus oraciones. Los quiero mucho. Mua, Muaaa. Sofiama.




Desde algún lugar de las tierras de Ficticia para La Columna del Miércoles

Texto agregado el 02-09-2008, y leído por 735 visitantes. (52 votos)


Lectores Opinan
19-02-2010 Amiga has llevado de la mano a tus lectores a ese viaje que describes con gusto, con sensibilidad y con un lenguaje coloquial como se le platica a los amigos los periplos por lugares que han sido de nuestro agrado. Una invitación tácita, tal vez involuntaria, pero no por ello eficáz para visitar ese lugar que describes. Grato leerte Sofía. sagitarion
23-03-2009 Guatemala, no es solo un país de bosques, es también dueña de infortunios que nos son comunes a los latinoamericanos. Belleza por doquier, sensibilidad y arte a cada paso. Un buen recuerdo y una estupenda crónica de viaje...si, algún vendrán los dioses a estos territorios... margrave
24-12-2008 Yo no te digo que suerte que has tenido de ir,yo acabo de vovlver de alli,vos me llevaste.En tu relato pude conocer ese lugar magnifico.Gracias y si algun dia regresas yo me ocupo de que no llueva.Un gusto ******* shosha
06-10-2008 gracias por compartir ese viaje sonado a la chapinlandia, ni los mismos chapines lo ubieran narrado mejor, algo mas para tu, itinerario de viaje visitar xela, la region de la verapaz y parte de la costa caribena, pero lo mas importante es que disfrutaste y disfrutamos tambien con tu recorrido por la "flor de pascua en la cintura de america" como le decia el premio nobel de literatura Miguel Angel asturias, oriundo de esas tierras, yo le llamo "el pais de la eterna primavera", exitos y buena suerte.................elotio fernandez. elotio
26-09-2008 Bien amiga! Gracias por compartir tu viaje con nosotros, es un honor. Y ahora prontito a ejercitar tu alma escrbiendo y ya que eres atleta a ejercitar el cuerpo despues de tantos dulces ja! petzenko
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