"Me has dado la impresión de ser un hombre con muchas cabezas, muchos corazones y muchas almas". Extracto de una conversación entre Haydn y Beethoven.
Cameron Doyle tiene el terrible hábito de no saludar a sus vecinos. No se molesta por usar gafas oscuras ni sombreros amplios que disimulen su volitiva actitud de no dirigir la vista hacia quienes, religiosamente, lo observan pasar cada mañana por la puerta de sus casas a la espera de una sonrisa tenue o un movimiento de su cabeza, a falta de un cordial buenos días. Cameron Doyle sale del 1500 a las siete cincuenta y cinco y cierra con dos llaves, advertido de la inseguridad de los lares donde ha elegido vivir. Dobla la esquina sin prisa y 701 ya está barriendo la vereda. Lo mira atentamente, reconoce el planchado perfecto de sus pantalones y piensa que tal perfección debe ser de tintorería ya que anda siempre solo. Seguramente esté divorciado; qué mujer soportaría a largo plazo a un hombre de semejantes modales. 703 finge saber leer la borra del café mirando atentamente el fondo de la taza mientras Cameron Doyle desfila lentamente por delante. 703 observa, como es su costumbre, las arrugas de la nuca de Cameron Doyle, su casi imperceptible pero muy evidente joroba y el verde musgo de sus venas que parecen querer escaparse de su piel, casi transparente. Piensa que su rostro no lo haría verse tan senil si no fuera por su cuerpo estropeado. Vuelve a mirarle las espaldas a Cameron Doyle y se lamenta por él y sus años de mala vida. 705 fija la mirada en la lima de uñas mientras el esmalte colorado se esparce a lo largo y ancho de las baldosas de la vereda. Cameron Doyle sigue su camino y 705 sigue el camino de Cameron Doyle con la mirada, no sin antes percatarse como tantas otras veces de sus inmaculadas manos. Huesudas, sí, pero blancas y tersas a la vista, seguramente suaves al tacto. 705 mira sus propias manos y lamenta lo que los años en la fábrica le han hecho. Maldito - piensa. Ese no ha trabajado en toda su vida. A 707 parece no importarle que Cameron Doyle se percate de que lo está mirando fijamente. Cree que la incomodidad de la situación hará que Cameron Doyle cambie de modos eventualmente, aunque los otros dudan de la falibilidad del plan de 707. Cameron Doyle jamás lo ha mirado a los ojos, a sabiendas de que 707 conoce cada centímetro de su anatomía de memoria de las tantas fotografías mentales que le ha venido tomando en este tiempo.
Cameron Doyle llega a mi departamento a las ocho en punto; la puerta está siempre abierta. Entra y lo estoy esperando con un café, como de costumbre. Su sola imagen me genera admiración. Se quita el abrigo mientras le comento las suposiciones que de su persona han hecho los vecinos esta semana. Él ríe. Comenta que así y todo le gusta Buenos Aires. Termina su café y nos sentamos al piano.
Shall we start the lesson, 709? dice sonriendo y con su acento tan cargado de Támesis.
Good morning, master.
Good morning, my dear Martha.
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