Detrás del cielo una parte de la luna se oculta de la tierra, se marchita, se esconde de mis ojos. Le da la libertad para parpadear sin detenerse en los detalles.
Pero aquí abajo nos encontramos en un transporte, camino de ningún lugar. Un satélite llego después que yo, y se acomodó justo frente a mi. No dejo de mirarme, de robar mis pensamientos. Pero este satélite se marcho sin reparar que yo esperaba algo más de él. Se alejó por las oscuras calles de la ciudad, hasta desaparecer de mis pupilas por completo. Desapareció entre las espumas de este laberinto, se perdió entre los obstáculos de mis paredes, tantas veces leídas.
Abandonó el transporte, dejándome confusa, sin saber que hacer, hacia dónde ir, con una ilusión marchita, con un sueño a medio comenzar.
No volví a encontrarlo, porque se esfumó entre la niebla de lo terrenal, hasta elevarse y volver a su lugar.
Pero no dejaré de recordar que aquel satélite una vez se cruzó en mi vida, y sé que no fue casualidad, porque ahora soy yo la que busca perderse entre el espesor de este laberinto... y sigo buscándolo en el cielo.