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21. LA PROFECÍA

María se quedó a solas con David
- ¿Tú no vas con ellos? – le preguntó María
- No, no quiero dejarte sola aquí
- Bien, entonces espero que seas paciente. ¿Cuando saldrán de allí? - dijo María
- Tú eres la que lo decides
- Entonces ya puedes entrar a por Miranda y decirle que no pienso entrar
- Eso aún puede esperar, ahora quiero enseñarte una cosa - dijo David y cogiéndola por el brazo la llevó hasta un extremo de la ciudad, y en lugar del árido desierto que María estaba acostumbrada a ver, observó un gran horizonte azul que se extendía hasta los límites de la vista. Era una especie de mirador, un muro de piedra que separaba la ciudad del mar. El agua quedaba muy abajo, tanto que no se sabría decir si al final de aquel muro hacia abajo, habría agua, tierra, o incluso una ciudad entera.
- ¿Qué es esto? - dijo María
- ¿Importa? - dijo David sentándose encima del muro
- ¿Germélion tiene puerto? - preguntó María
- No es un puerto, estamos muy lejos del mar, y más aún de Germélion - dijo David, y María se giró y la calle que les había conducido hasta allí había desaparecido, estaban en otro mundo. Detrás solo había una niebla azul donde resplandecían multitud de farolas. Parecía que en ese mundo sólo hubiera farolas, el cielo estaba claro, pero no por ser de día, sino porque resplandecían en él montones de constelaciones
- ¿Tienes vértigo? - preguntó David
- No, estoy acostumbrada. – contestó María - Viví entre árboles.
- Mira hacia abajo - dijo David, María se acercó al muro, se sentó junto a él y miró abajo. Lejano, muy lejano, se veía el mar, estaba tan lejos que no se podía percibir el final del muro
- ¿A qué altura estamos?
- No muchos más de 10 kilómetros - dijo David
- ¿En qué mundo estamos? - dijo María
- No sé, lo descubrí no hace mucho, yo lo llamo Mirada azul.
- Vaya nombres más raros se te ocurren - dijo María sonriendo
- No me gusta poner nombres ni escribir, pero cuando hay que hacerlo…
- Sobre Ainoa…
- ¿Sí? Preguntó David extrañado
- ¿Qué hizo ella para estar aquí? - dijo María
- No mucho. Es joven, será libre de todos modos
- ¿Cómo? ¿Es eso posible?
- A los humanos jóvenes se les acaba dando la libertad, sobretodo si sólo se trata de un caso como el suyo - dijo David
- ¿Pero que le pasó? - dijo María
- Nadie lo recuerda, es muy buena en la nigromancia. Es un germ desde hace unos 3200 años
- ¡Eso es mucho tiempo! – se sorprendió María
- Por lo menos es lo suficientemente poco como para acordarse de ello - dijo David
- Tú no serás libre ¿verdad?
- Con tu actitud lo dudo – dijo David resentido
- ¿Pero no te puedes ni siquiera librar de tu túnica? -dijo María
- Si me quito alguna de las telas que me cubren aparece otra sustituyendo a la anterior antes de que empiece a retirarla - dijo David, y se levantó la tela que le cubría el rostro y tenía otra bajo esta
- Bueno, pero yo no he tenido la culpa - dijo María en respuesta al tono de resentimiento de David
- Pero nuestra condena no era infinita, su fin estaba marcado con tu llegada. No puedes traicionarnos de esa manera
- Yo no tengo por qué hacer nada que yo no quiera
- ¿Cómo puedes ser tan egoísta? - dijo David – Se nota como se mima a los miembros de la realeza de hoy en día
- Mira, tengo la determinación de convertirme en diosa en cuanto cumpla mi cometido, ¿y qué harás si estás libre? ¿Me matarás?
- Pero es que no tienes por qué hacerlo. ¿Qué te mueve a ello? - dijo David
- ¡No te importa! – dijo María levantando el tono
- Mira, si tiene que ver con mi libertad sí que me importa
- ¡Pero es algo personal! - gritó María
- Lo mío también, ¡no tienes por qué ser diosa! – dijo David algo más calmado. - Si fuésemos libres, el ser humano mandaría sobre los dioses
- Pero eso no podría resucitar a la gente - contestó María
- Así que es eso lo que te preocupa - dijo David
- Sí, hay alguien que… - empezó a decir María, pero sus ojos comenzaron a empañarse – dejémoslo
- ¿Cómo se llama? – dijo David en tono conciliador
- ¡No te importa! - contestó María rompiendo a llorar
- ¿Qué pasó?
- Le dije que se fuera para que no le mataran. – dijo María entre sollozos - Fue peor el remedio que la enfermedad, murió en el bosque…
- …el chico fénix - dijo David apenado
- ¿Sabes de quién hablo?
- Olvídate de él, María
- Pero si fuese diosa podría traerlo de nuevo a la vida - dijo María
- ¿Él quiere volver? - dijo David
- Supongo…no creo que a nadie le guste estar muerto
- María, una vez me preguntasteis por qué era tan ágil y tan fuerte
- Sí
- Los germ no estamos completamente vivos, mientras determinaban nuestro castigo estuvimos muertos. – dijo David - María, ¿sabes lo que es la muerte?
- Ir a un mundo en el que no sabes lo que te depara - dijo María
- Mira, el alma es algo que se puede deteriorar con el paso del tiempo así que necesita una protección: el cuerpo, que se deteriorará en lugar del alma. Cuando el cuerpo no proteja bien al alma ésta tendrá que buscar un nuevo cuerpo. – explicó David - Dada la tendencia de las almas a dirigirse hacia una única dirección, éstas se dirigirán a otro mundo que se encuentre en esa dirección. Pues bien, como las distancias son tan grandes, las almas se pueden deteriorar recorriéndolas si tardan mucho, así que toman tales velocidades que olvidan completamente todo lo de sus anteriores vidas a cambio de no estropearse. Al llegar a un nuevo mundo encuentran su nuevo cuerpo. Este trayecto es lo que llamamos el Laberinto de Alkán. Y fue el mismo Alkán quien dejó que las almas germs poseyeran su cuerpo para viajar al Laberinto y así no perder su memoria
- ¿Y qué me quieres decir con eso? - dijo María
- Aquél mundo donde fuimos no es cómo tú te lo imaginas. Es mucho más bello que Germélion y que ningún mundo que puedas imaginar, allí todo es liviano y fresco. Allí ganamos nuestra agilidad, y fuerza
- ¿Quieres decir que él ya no recuerda nada?
- María, olvida todo lo relacionado con él, él ya te ha olvidado
- ¿Cómo puedes inventarte tal excusa? ¡Vete! No quiero verte más, ¡desaparece de mi vista! - gritó María, y David se puso de pie ante el precipicio -¡No! espera, no quise decirte eso
- Pero lo dijiste - dijo David y sin pensarlo saltó cabeza abajo por el precipicio hasta que dejó de verse
- ¡David! ¡David vuelve! ¡David! - gritó María. Pero al fondo del precipicio no se veía nada más que agua. Las lágrimas de María comenzaron a brotar con más fuerza de sus ojos. Se giró buscando alguna repentina aparición de él, pero no estaba. María se sentía completamente sola, no veía qué futuro le esperaba con Miranda en Germélion sin David. Además no encontraría alivio ni tan solo en la muerte, aunque no creyera del todo las palabras de David ya que estaban movidas por sus ansias de libertad truncadas por María.
María decidió volver a Germélion, quizás encontrara a Ainoa, aunque difícilmente la diferenciaría del resto de los germ, pues todos eran iguales. Se giró y vio todas aquellas farolas, pero ninguna entrada a Germélion. Buscó mirando hacia otros lados y cuando volvió a mirar el lugar donde estaban las farolas encontró Germélion. Entró en ella, no vio a nadie, o al menos eso le pareció, porque los germ que allí había le ignoraban como si no le conocieran. De pronto uno de ellos se le acercó, María dudaba de si sería Ainoa o David. En su interior, María percibía que David seguía vivo. El germ se le acercó y le gritó con una voz para nada conocida
- ¡Ya que David no pudo hacerlo lo haré yo! – dijo el entunicado, y la cogió por el cuello con una fuerza increíble, parecía que la tráquea se le fuese a romper en multitud de punzantes fragmentos. Notaba cómo cada vez apretaba más, y María sabía que no usaba ni siquiera la mitad de su fuerza. El germ la estaba amenazando para que entrara en el círculo, no lo dijo, pero era la única explicación a aquello. De pronto el germ soltó el cuello de María y cayó al suelo, como muerto. María miró a su alrededor y vio a un germ que se acercaba amenazante, estaba tan asustada que no se podía ni mover
- Ya puedes levantarte. Tranquila, es un germ, no podría matar aunque quisiera - dijo el germ, la voz le era familiar
- ¿David? - dijo María
- ¿Qué quieres ahora?
- ¿Qué le has hecho? ¿Está muerto? - dijo María
- No lo creo, pero tampoco me interesa saberlo
- ¿Cómo saliste del acantilado?
- Los germ somos como los gatos, si nos lo proponemos podemos caer siempre de pie. He tardado una semana y media en regresar
- ¿Pero cómo es posible?
- Al igual que con el espacio, aquí el tiempo no existe - dijo David
- Me asustaste - dijo María
- Bueno, tú me dijiste que desapareciera
- Pero no lo decía en serio, lo dije sin pensar
- Claro, sólo sabes pensar en Orly
- Es que me hizo sentir mal lo que me dijiste de él. Además yo no pienso siempre en él - dijo María
- Claro, ¿ahora te tengo que pedir perdón? Anda y vete con él, niña mimada - dijo David
- Lo haría si estuviera… - dijo María a punto de estallar
- Tú no te mereces ni vivir - dijo David y se giró y comenzó a marcharse de allí
- ¡David! – dijo María - ¡David, me has hecho mucho daño con esto que me has dicho! Ahora sí que no quiero verte más - dijo María, y con tal de alejarse de aquel lugar se fue a uno de los extremos de la ciudad, y allí, sin ninguna dificultad encontró Mirada Azul. Esta vez, como María entró por un extremo distinto al de antes, el mundo parecía distinto, la entrada a Germélion quedaba donde estaba el mar, que con la puerta de Germélion a la vista era imposible de ver, ya que continuaba la muralla. María se sentó de espaldas al mar, aún cuando ya estuviera visible, y se puso a contemplar el lugar.
Pasó allí mucho tiempo pensando y cavilando respuestas a sus muchas preguntas, además llevaba mucho tiempo sin dormir y aquél lugar le daba el descanso que le daba normalmente el dormir
- ¿Qué miras? - dijo una voz detrás de ella, pero no se giró ni siquiera para mirarle
- Las farolas - dijo María
- ¿Te gustan? - preguntó David
- Sí, son bonitas
- Oye, perdona por lo de antes
- No, perdóname tú a mí, no te he tratado bien desde que te conocí
- Pero eso es porque yo fui egoísta y sólo te quería por mi libertad - dijo David, y María se quedó mirando al horizonte callada - ¿Sigues mirando farolas?
- No
- ¿Entonces, qué miras?
- El cielo…es precioso
- ¿Por qué no miras las farolas? - dijo David
- Porque el cielo es más bonito - dijo María
- Pero sólo hay uno y es inalcanzable. Mira las farolas, son muchas más y puedes tener la que quieras
- Ya, pero no es fácil - dijo María
- Ignora al cielo, que no puedes hacer ya más por él - dijo David, y volvió a haber un silencio
- David, respecto a tu libertad, he estado pensando y… - dijo María, y David la calló con un dedo en sus labios
- Olvídalo, en cuanto volvamos a Germélion hablaré con las reinas y las dejaré marchar. La reacción de aquel germ me hizo pensar, y quizás estemos mejor así, no me importa ser prisionero si así estáis seguras. Al fin y al cabo, las profecías no tienen por qué cumplirse siempre… - esta vez fue María quien interrumpió a David acercando sus manos a su velo dispuesta a levantarlo
- …pero esta sí - dijo María levantando el velo y dejando al descubierto los labios de David, María sostuvo el velo con las manos y besó su boca con una pasión que nunca había experimentado. Estuvieron besándose mucho tiempo, hasta que María levantó del todo el velo, mostrando el rostro de David. Entonces, María comprobó lo que ya sabía, David era el chico Sabríneo, aquel que había ocupado sus últimos sueños y del que no sabía absolutamente nada. Dejó de besarle, y se marchó de vuelta a Germélion por donde había ido a aquel mundo. Ahora todo encajaba, se sentía un poco decepcionada al ver que todo eso lo podría haber averiguado antes si hubiese estado más atenta a lo que le sucedía y si hubiese vuelto a hablar con Regeos. María acababa de resolver el enigma de la profecía, que al parecer era más textual de lo que parecía “cuando la octava reina suprema penetre en el corazón, allí, en la ciudad sin mundo, el germ será libre de nuevo”. Ahora sólo quedaba comunicar la noticia al resto de la gente de Germélion, que no se tomarían muy bien el que la profecía no se refiriera a la raza germ en general, sino a David, el germ que fue libre.

Texto agregado el 01-09-2008, y leído por 80 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-09-2008 Muy buena narración. besosparadormir
 
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