Donde antes solo existía una pradera jaspeada de colores florales y con vistas al valle, al sol de levante y a los sueños, ahora se levanta un muro. La sensación de poder moverse libremente pisando la hierba húmeda, sin fronteras, hasta donde se desease llegar, ha desaparecido. Alguien levantó un muro. El lugar sigue siendo el mismo. La misma hierba, los mismos árboles, las mismas flores. La sensación en los pies descalzos, el aroma del lugar. Nada ha cambiado. Pero ese muro que acota ese paraiso, sin cambiar nada, todo ha trastornado. Y yo me niego a continuar en el. Imagino orgulloso de su poder al que mandó levantar el muro. Acotado lo que entiende bajo su poder, incapaz de reconocer lo que ese muro ha cambiado su pradera.
Me encuentro al otro lado, mirando lo que quedó dentro. Y decido, que antes de que esos bellos recuerdos se diluyan entre la basura que los rodea, convirtiendose ellos mismos en la misma basura, pronunciaré la palabra que sellará y conservará intactas las vivencias en esa pradera.
Caminando lentamente me alejo de esa colección de piedras que han levantado, pensando que siempre existirá alguien que se alegrará de cosas así. De sentir un poder que jamás se le negó, haciendo levantar un muro donde nadie lo necesitó. Una última mirada atrás para, con el vistazo final a tan querida pradera, pronunciar la palabra que conservará en mí magníficos recuerdos. Adios. |