Clank, clank, clank.
Paso a paso, los pesados metales de las armaduras resonaban al chocarse hombreras con pecheras, botas con rodilleras, y así sucesivamente. Cuatro hombres observaban, a pocos pasos de distancia, la fornida espalda del jóven guerrero que había solicitado sus servicios por medio de considerables sumas de oro. A más de alguno les sorprendió el ver a tan jóven luchador pararse frente a ellos de igual a igual, ordenándoles seguirle, y viendo como sus carcajadas de respuesta eran silenciadas por el tintineo de las monedas doradas que caían en sus manos.
- Osado el mocoso -murmuró ShakaZulu a su colega Borborius- pero se ve que es un guerrero entrenado.
- Tienes razón, Zulu -sonrió Borborius- esto puede ser interesante.
Pasos más atrás, dos ancianos, cubiertos de trapos y acompañando cada pisada con un largo bastón de madera, escuchaban los comentarios de los mercenarios. Entre sus ropas cargaban pequeñas bolsas con hierbas de distintas especies, y pociones variadas.
- Ojalá su osadía no se transforme también en estupidez. No quiero tener que usar todos mis recursos en una tropa de estúpidos suicidas.
- Si usas todos tus elementos, es porque has perdido el toque, viejo inútil -rió Icónicus, mercenario curandero, respondiendo a las palabras de Asumáricus, su quinto hermano. En algún momento fueron fieros combatientes y honrados continuamente tras las batallas del Imperio; ahora, sólo eran dos viejos y menospreciados mercenarios ancianos.
El grupo avanzaba a paso seguro y firme en dirección a los Bosques Oscuros. Horas antes, el gordo Tabernero había colgado en la entrada de su posada una misión bien recompensada, solicitada por una noble familia, para rescatar a uno de sus sirvientes más preciados. Este había ido en busca de maderas especiales de los Bosques Oscuros, y nunca regresó. Ante esto, el guerrero Arthorius vió una excelente oportunidad de ganar fortuna y fama, para mejorar su entrenamiento y sus armaduras en pos de coronarse como el campeón de la Arena, dentro de su categoría.
Poco a poco, las elevadas copas de los árboles se hacían más presentes e imponentes. Arthorius detuvo su paso en seco, y cogió su espada desde su cinto.
- Huele a sangre -comentó- Mercenarios, preparaos.
Borborius se situó frente a su empleador, y Zulu a uno de sus costados. Un poco más atrás, los dos curanderos preparaban ya sus pociones y conjuros en caso de cualquier ataque. Lentamente, y en esa nueva formación, atravesaron los grandes Troncos Cruzados, una formación natural de árboles que señalaba la entrada al Bosque. A los pocos pasos de haber entrado, el olor a sangre se hizo cada vez más notorio y penetrante.
- Mire, mi señor. Veo sangre en ese árbol -señaló Zulu.
Arthorius observó el árbol con cuidado, y tras este, pudo apreciar el desgarrado cadáver de un jóven con precarias vestimentas. A su lado yacía una pila de maderos.
- Maldición -exclamó Arthorius- el bastardo ha sido asesinado. Tendremos que llevar su cuerpo a sus patrones para cobrar el dinero del rescate solicitado.
- Essssssso... ¡SI LOGRAN SALIR DE AQUÍ! -gritó alguien, oculto entre los arbustos. Arthorius y su grupo reasumieron la formación de combate, y observaron los alrededores. A pocos metros del cadaver, un calvo forajido se hizo ver, las manos cubiertas de sangre y la boca también.
- ¿Pero que demonios? -se sorprendió Arthorius, robando las palabras que sus cuatro mercenarios pensaban en ese segundo. Sosteniendo firmemente la espada, observaron tensamente las acciones de su sorpresivo enemigo.
- El maldito idiota no quisssso entregarme sussss pertenenciasssss... ¡Y PEOR AÚN, QUISO CORRER! No me dejó otra alternativa QUE TRATARLO COMO UN SUCIO PERRO... bwaaaHHAhAhahAHahAHA -rió el Asesino.
- Por tu estupidez hemos perdido una misión -sonrió Arthorius-. Pero no está todo perdido. Si llevo tu cabeza a los dueños del bastardo que asesinaste, mi recompensa se verá multiplicada. ¡Prepárate a morir!
El guerrero sacó a relucir todo su entrenamiento, basado en las legendarias artes Espartanas, y se lanzó en frontal ataque a su rival. Rápidamente lanzó una estocada a su flanco, mas el asesino la evadió con relativa facilidad. Sin dar pié a descanso alguno, Arthorius giró sobre sus talones y arremetió nuevamente, siendo esta vez detenida su estocada con el filo de dos cuchillas que portaba el calvo agresor. Borborius extrajo su tridente e intentó atacar al asesino por la espalda, rasgando las ropas de este y rasguñando su piel, lo que enfureció a su enemigo. ShakaZulu por su parte lanzó un fuerte martillazo sobre la cabeza del agresor de su amo, pero el movimiento fué demasiado lento y muy fácil de evadir por el asesino. Rápidamente, este dió dos saltos sobre sus manos y se alejó unos pasos del grupo.
- Veo que no vienen con juegossssss ¡LOS BASTARDITOSSSSS!... pero eso PRECISAMENTE es ¡¡¡LO QUE ESTABA BUSCANDO!!!
Riendo con una tétrica carcajada, el asesino lamió las hojas de sus cuchillos y se lanzó sorpresivamente sobre Icónicus. Borborius se lanzó a interceptar el ataque, pero pronto comprendió que este era solo una finta. Antes de poder reaccionar, las dos cuchillas del asesino se habían clavado en sus muslos y habían desgarrado su carne, abriendo dos grandes agujeros de los cuales comenzó a brotar la sangre en gran cantidad, haciéndole caer de rodillas al suelo. ShakaZulu se quedó atónito, y por poco recibe un corte en el cuello, si no fuera por la ágil intervención de Arthorius bloqueando la daga rival. Asumáricus rápidamente corrió hacia Borborius a curar sus heridas, pero fue interceptado por el asesino que ya se había alejado de Arthorius. Tomando la mano del anciano, giró el brazo hacia su espalda haciendo crujir su hombro y neutralizando su brazo derecho por completo. El anciano, gritando de dolor, cayó al piso y comenzó a revolcarse, intentado aplacar de alguna forma el profundo sufrimiento que le producia la acción del loco asesino, quien cada vez que infligía algún daño reía más y más fuertemente.
Arthorius volvió a arremeter hacia el Asesino, y esta vez consiguió clavar la hoja de su espada en el brazo de su rival, que soltó un alarido de dolor. "Lo tengo" pensó el guerrero, cuando de pronto sintió un sorpresivo frio en el estómago. El alarido del asesino había desaparecido y en su lugar una sonrisa se dibujaba.
- Pensaste que me tenías... ¿NO, IDIOTA? -rió. En el vientre de Arthorius una de las dagas se encontraba clavada en su totalidad, y la sangre teñia la tela de su armadura de un intenso carmesí.
- Mal...dición... ¿Esto... esto era... esto era todo lo que podía hacer? -pensó, y cayó de bruces al piso. El asesino extrajo la daga de su vientre y lamió nuevamente el líquido que en esta se encontraba impregnado ahora.
- Mierda -murmuró Zulu, y luego miró de reojo a su compañero curandero- Icónicus, sólo estamos nosotros ahora. ¡Nuestra única oportunidad de sobrevivir es combatir juntos! Prepara tus---
- ¡A TU DERECHA! -gritó Icónicus, pero Zulu no alcanzó a reaccionar. Las filosas dagas del asesino se clavaban en las palmas de sus manos y le hacían soltar el martillo, que cayó sobre sus pies quebrando sus huesos. El africano combatiente perdió toda noción del momento sucumbiendo ante el dolor. A su lado, Borborius yacía inconsciente, sobre la suave alfombra roja que su sangre había hecho en la hierba bajo él. Icónicus, por su parte, tropezó con sus propias ropas al querer escapar, y sintió como el pestilente aliento del asesino se acercaba cada vez más a él. Esperando su muerte, se sorprendió cuando el asesino dio la vuelta y se dedico a cortar y desgarrar la carne de los brazos, piernas, espaldas y vientres de los caidos guerreros y de su hermano Asumáricus. La escena era terrorífica, y en varios momentos sintió que se desmayaría, pero el mismo terror le mantenía consciente y atrapado en la escena. Cuando el desquiciado asesino sació su sed de sangre, y nuevamente había teñido su boca con la sangre de sus nuevas víctimas, guardó sus dagas nuevamente en sus fundas y se acercó a Icónicus.
- Te voy a perdonar LA VIDA, bastardo... por hoy ya he BEBIDO SUFICIENTE. Eres AFORTUNADO, ¡AGRADECEME! - dijo. Icónicus intentó coger su bastón, y el asesino pateó su cabeza fuertemente, dejándolo totalmente inconsciente. Icónicus vió como su vista se nublaba, y terminaba observando el cielo entre las tupidas hojas de los árboles que le rodeaban. Un poco más allá, Arthorius intentaba ponerse de pie. Colocando su mano en su vientre e intentando detener la hemorragia, se arrastró hacia Icónicus para despertarle. "Hoy me habeis rechazado en tus dominios, oh Plutón, y hoy os he fallado, Marte... mas no será este mi fin... ni será esta mi última historia" murmuró, antes de perder el conocimiento definitivamente, mientras Icónicus rápidamente comenzaba a trabajar en la herida de su vientre. |