Como a cámara lenta, los acontecimientos se sucedieron tal y como los había imaginado. Mil veces había vivido aquella vida, mil veces había saboreado la derrota y la victoria de saber y no saber que, en el fondo, siempre conocí el desenlace. El futuro había latido en mí bajo una nube de espejismos etéreos, ocultándome el mapa de los caminos que no debía andar.
Conocí, sin embargo, luces cegadoras de corazón veleidoso, sombras aletargadas con océanos de ternura, caras sin rostro livianas y presurosas, y todos se llevaron algo de mi ser. En todas y cada una de esas ánimas, puse todo de la nada que en ese momento era.
Al final del pasillo, como el tópico más típico, luz, únicamente luz.
Me acercaba hacia ella movida por algo indescriptible en aquellos momentos. Me acercaba más y más al abismo, a la caída, al salto que no tiene fin... Aquel cochecito eléctrico se metió por la entrada de la casa del terror, y del resto de aquel día, ya no recuerdo más...
para tí, Car, porque sé que esas simpáticas atracciones de las ferias son tu debilidad... |