Me paré en seco con el corazón en un puño... si alguien me descubría en el bosque a medianoche sería mi perdición y me ahorcarían por bruja, un lujo que no me podía permitir.
Shadow, mi gato negro, salió entre unos arbustos y se dejó ver a la luz de la luna llena. Su pelaje centelleaba y sus ojos amarillos brillaban con fuerza.
- Sabes que lo que estás haciendo es una imprudencia.- me advirtió.
- Sí, lo sé.- asentí levemente con la cabeza.
- ¿Entonces? Deberías volver a casa y asegurarte de que nadie te haya visto.
- ¿Quién anda ahí?- tronó una voz a lo lejos. Me sobresalté, intnté esconderme tras un árbol, acurrucada en mi oscura capa.- ¡Brujas os quemaré vivas a todas! ¡No os tengo miedo!
La silueta de aquel hombre era claramente visible desde mi escondite. Llevaba una gran herramienta de trabajo de campo en una mano y un farol en la otra.
Shadow saltó a su lado, asustándolo y haciéndolo correr tras de sí, mientras gritaba:
-¡Maldito gato negro te cogeré y no volverás a miagar en lo que queda de tu sucia y apestosa vida!
No me molesté en salir a socorrer a mi mascota, sabía perfectamente que aquel granjero no lo iba a poder alcanzar porque no era un gato cualquiera, obviamente.
Seguí caminando, a través del bosque con la capa y el largo vestido enredándose en las ramas de los árboles; debía llegar cuanto antes, para poder volver a casa primero.
Al cabo de unos minutos, divisé entre los altos robles un claro por el que se filtraba la luz de la luna. Siete mujeres estaban sentadas en sendos troncos alrededor de una hoguera, con las manos unidas. Todas iban vestidas de colores oscuros, y de su cuello colgaba el mismo símbolo, una estrella de cinco puntas metida en un círculo.
Me ajusté la capucha sobre la cabeza, sólo dejando visibles mis largos rizos color sangre.
- Hay que tomar medidas pronto- decía Sandy Hasckook, soltándose de las manos de sus compañeras. - Esto no puede seguir así. La población está completamente perdida, están matando mujeres inocentes que no tienen que ver con el mundo de la magia. Las Rellenni se aprovechan del desconcierto que reina para proclamarse Sumas Sacerdotisas de Satán y no podemos seguir escondidas.
- Sandy estoy de acuerdo contigo- una mujer regoredta, de pelo completamente negro, se levantó y tomó el relevo de la conversación- algo hay que hacer, pero tampoco podemos exponernos nosotras, algunas tenemos maridos e hijos que proteger y que cuidar.
- La magia corre por tus venas, Selena, no puedes anteponer tu familia a tu sangre.- la contradijo la otra.
- Perdona pero sí que puedo. Estoy segura de que, aunque lográramos acabar con las Rellenni, el pueblo no nos creería, y nos quemarían vivas de todas maneras, como ya han hecho con algunas de nosotras.
Dos brujas bajaron la cabeza, apenadas. Si no me equivocaba esas eran Lillianne Stephen y Samantha Bashgoth, las últimas quemadas de la semana.
- Se están volviendo todos locos. Mi marido ayer tuvo que impedir que quemaran a una niña de tan sólo tres años de vida.- informó Ellen Carter, rubia de ojos sorprendentemente azules.
- Lo sabemos, Ellen, ahora tu familia no goza de buena reputación y se está hablando mucho de vosotros, deberéis tener cuidado.- mi madre se levantó con majestuosidad. Su largo vestido negro ondeaba con la suave brisa nocturna. Llevaba el pelo castaño recogido en un moño en lo alto de la cabeza y miraba a su alrededor con ojos escrutadores.
- ¡Hay que buscar una solución cuanto antes!- exclamó Dorian McGreggorie.
Me armé de valor y salí de entre las sombras con aire imponente. Los lazos de mi corsé rojo ondeaban suavemente.
- Yo tengo una- dije.
- ¡Yelisse!- mi madre me miró, entre alarmada y fascinada.- ¿Qué haces aquí?
- Llevo años siguiéndote hasta este claro, madre. Poco a poco me enteré de la verdad y descubrí una parte de mi hasta entonces desconocida. Ante los ojos de todas ellas me transformé lentamente en un bonito gato negro de ojos profundamente violetas. - Puedo convertirme en gato, cambiar el color de mi pelaje, y hacer algo de magia; de momento es lo que he aprendido.
Di un brinco y me encaramé a la rama baja de un árbol, para volver a convertirme en chica suavemente.
- No nos habías dicho que tus hijas tenían el poder- recriminó Sandy a Lucie, mi madre.
- No lo sabía. Yelisse, ¿cómo no me dijiste nada?
- Al principio me asusté. La primera vez que me convertí en gato estaba en mi cama. Corrí a tu habitación para contarte lo que me pasaba y llegué justo a tiempo de ver cómo te marchabas sigilosamente. Te seguí y poco a poco fui haciendo una especie de calendario para poder irme contigo las noches de reunión.
-¿Y Sonliel? ¿También tiene poderes?- me preguntó Selena Walkins.
- Hasta donde yo sé, no. Nunca ha demostrado gozar de ninguna habilidad especial.
Sonliel Newton era mi hermana mayor. No nos parecíamos en nada y, por lo visto, tampoco teníamos los mismos privilegios.
-Esto cambia las cosas- dijo Sandy.- Debemos andar con mucho cuidado, habrá que impedir que quemen a más mujeres inocentes y acabar con las Rellenni. Yelisse, ¿tu no tenías una solución?
-Desde que oí por primera vez la noticia de la quema de brujas llevo buscando un plan. No es muy bueno pero por lo que veo es lo único que tenemos hasta ahora. Bien- me aclaré la garganta- Hasta que acabemos con las Rellenni, no podemos permitir que muera más gente. He ideado una poción que crea llamas ilusorias- ante las miradas perplejas, añadí- no queman, simplemente dan la imprsión de que sí lo hacen. Una de nosotras tendrá que hacer guardia en la plaza durante el día. Si alguna mujer va a ser quemada, sólo hay que lanzar un frasco de poción en el centro. La que está más cerca, que coja a la mujer y se la lleve.
- Sí, sí, eso está muy bien pero, ¿qué hacemos con su familia?
- Habrá que sacarlos de la comarca. Exigirles que se escondan y que no revelen a nadie su paradero ni el milagro de la vida que vivirá la madre.