| Yo, que soy de buen comery mejor gorronear,
 nunca me puedo negar
 si me invitan a una cena.
 Por esto no pongo pegas
 si una mujer candorosa,
 con sonrisa primorosa,
 me dice…
 ¿Quieres cenar ?
 Enseguida digo si,
 ella pasa a la cocina
 y en un pis `pas me prepara
 patatas con mejillones,
 que es una cena muy fina.
 Después, en gesto galante,
 y con ademán seguro,
 según costumbres y leyes
 le pregunto en un instante,
 aunque no tengo ni un duro,
 ¿ Qué quieres que te regale
 para la noche de Reyes ?
 -	Cariño, quiero un brillante…
 y su cara se ilumina,
 con singular emoción
 mientras suelta el mejillón
 que estaba chupando antes.
 El pulso se me detiene,
 la faz se me decolora,
 y cuan caballero andante,
 por hablar mi corazón,
 sin pensarlo mucho antes
 aseguro…
 -	Por este rico molusco,
 cocido al vapor, señora,
 yo lo juro,
 desde ahora
 que esas manos cocineras
 lucirán, garbosamente.
 en los dedos un anillo,
 o sus orejas. pendientes
 o en el escote un colgante
 que resalte lo evidente.
 Y repito, os lo juro...
 ( pensando por mis adentros
 que sigo sin tener un duro ).
 
 Voy por la calle mirando
 escaparates y viendo
 con dolor de corazón,
 el enorme disparate
 que cuesta cualquier objeto
 de oro y algún brillante,
 Haberlo pensado antes,
 lo que quiere son brillantes…
 Pero yo digo, si tiene
 ya brillante la sonrisa,
 brillante la dentadura
 y brillante la mirada,
 ¿ no es cosa descabellada
 el sumirme en la locura
 por un brillante de nada?
 De pronto, la solución
 se me metió entre las sienes
 en forma de la canción
 de unos grandes almacenes
 que se extienden por Madrid
 desde Preciados a Argüelles.
 Corro, sin más dilación,
 a la sección joyería,
 (junto a la papelería)
 y pregunto al dependiente
 que atiende con profesión,
 a mí, que soy el cliente:
 -	Buenas tardes, yo quisiera
 regalar a una mujer,
 en edad de merecer,
 algo que no subiera
 de una cantidad ingente,
 Digamos…unos pendientes,
 y que lleven un brillante
 y los quiero en este instante.
 ¿Qué valen los del estante?
 Dos mil señor, me contesta.
 -	¡ Son baratos vive Dios!
 pero tengo la mitad,
 es igual, me llevo uno.
 -	No es posible, no señor,
 -me contesta el dependiente-
 pues tenemos dos orejas
 los pendientes que vendemos
 los vendemos por parejas.
 ¿Qué le parece este anillo?
 tampoco se queda manco
 y tiene sus buenos brillos,
 vale justo la mitad…
 -	Que me gusta, me lo llevo,
 -	Para su mujer, seguro
 Con la cabeza lo niego,
 para una dama especial
 -	Y… ¿ es casada la señora ?
 -	En este caso, lo afirmo.
 -	Pues terminará muy mal,
 que el regalar un anillo
 a una mujer desposada,
 terminará en bofetadas
 y usted que parece un pillo,
 con la cabeza vendada,
 -	Da igual, merece la pena,
 la señora está muy buena,
 le repito, me lo llevo.
 ¿ Me dijo usted mil pesetas ?
 -	Se confunde, caballero,
 hablaba yo de los euros.
 Me pongo a multiplicar
 de cabeza, que me apaño,
 y lanzo una maldición
 ahorrando tardaré años
 porque esto cuesta un montón.
 -	Señor, si quiere una solución,
 yo le buscaré un apaño,
 ¿ conoce usted el ” Creditón ”
 la forma de venta a plazos?
 Deme usted información
 personal, de su banco,
 la meto en ordenador,
 esto es puro formulismo
 que usted tiene cara de honrado
 y quedará autorizado
 a obtener su Creditón
 asunto solucionado.
 Dicho y hecho,
 doy los datos
 el chisme se pone a andar,
 hasta que, al cabo de un rato,
 aquello empieza a pitar,
 las alarmas a sonar
 y yo pregunto
 ¿ Esto es malo ?
 La respuesta me aparece
 en forma de dos señores
 de imponentes proporciones
 que, sin pensarlo dos veces
 me agarran por cuello y fondo
 de mis pobres pantalones
 y entre voces y empujones
 como si fuera un escombro
 me tiran por la escalera
 sin muchas contemplaciones
 gritando ¡ fuera moroso!
 Estoy tirado en el suelo,
 magullado y dolorido,
 entonces oigo que un niño
 va y le pregunta a su abuelo:
 -	¿ Qué le pasa a ese señor?
 ¿ Por qué han pegado a ese hombre?
 -	Ese señor no es señor,
 ese tipejo no es hombre,
 le han negado el Creditón
 ¡ ven nene que no te toque!.
 
 Cojeando voy, maltrecho
 y sigo así dolorido,
 recordando
 mientras ando,
 cómo pasaron los hechos,
 Ya no me queda dinero
 solo tengo calderilla
 que el billete que llevaba
 me lo he gastado en Tiritas,
 en el agua oxigenada
 y un frasco de Mercromina,
 Oigo a un moro que vocea
 vendiendo su mercancía:
 -	¡ Pulseras vendo, collares,
 anillos de imitación
 que parecen oro fino
 pero que son de aleación!
 Estudio la situación
 me toco la calderilla
 y cuan si fuera Don Juan
 Tenorio, sin Luis Mejías,
 lanzo al cielo mi aflicción;
 -	¡ Pedí al banco y no me dio
 y pues sus puertas me cierra,
 de mis actos en la tierra
 responda el banco y no yo!,
 Rápidamente me agacho
 echó mano a una pulsera
 tiro a correr por la acera
 y cuando el moro se entera
 voy corriendo yo tan pancho,
 El moro que se levanta
 y que sale en pos de mí,
 gritando su circunstancia
 con especial frenesí;
 -	¡ Qué me roban, al ladrón,
 que soy moro y soy honrado
 te vas a enterar malvado,
 te voy a dejar capón,,,
 ( Capón es gallo capado,
 esto es nota del autor ),
 Mientras corro
 también grito
 con no menos frenesí
 -	¡ Señores denme socorro
 sujeten a ese morito
 que viene detrás de mí,
 que soy ciego, soy cristiano
 y que me quiere pinchar
 con su larga cimitarra,
 Señor, qué me va a agarrar!…
 -	No es cimitarra es alfanje,
 y lo vas a comprobar,
 en cuanto que yo te alcance
 los vas a diferenciar!
 La gente se arremolina,
 ven correr a un moro atrás
 tras un cristiano delante,
 Empiezan los comentarios
 de espíritu nacional.
 rodean al moro varios
 que lo pasará muy mal;
 -	¡Perseguir a un pobre ciego,
 -	¡ Qué desvergüenza, señor!
 que indecoro!
 -	Desde luego,,,
 -	¡ Señor, como son los moros!
 -	Demostrémosle al infiel
 que aquí semos europeos
 y no semos como él,
 -	Arranquémosle la piel
 -	¡ Le cortaremos las manos!
 -	¡Pisémosle las entrañas!
 -	¡Por Santiago y cierra España!
 -	¡ Malo moro, moro malo!
 Y el pobre moro que chilla,
 le van a moler a palos,
 Aprovecho la ocasión
 para escapar del revuelo
 y, cuando la cabeza vuelvo,
 oigo al moro que me grita;
 -	¡ Qué el Profeta te maldiga,
 qué caiga mi maldición
 sobre ti y tu descendencia!.
 ¡ Señor, qué poca paciencia,
 me limito a responder:
 - ¡Así de dura es la vida!…
 
 
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