Eran de esos típicos días plomizos y ventosos de Mar del Plata. Baty y el Pelado eran pibes que jugaban a las cartas en el quinto piso del departamento de vacaciones ubicado al costado de Plaza San Martín, al final de la peatonal de mismo nombre.
Alejandro Batista, Baty para los amigos, se divertía poniendo nervioso al padre, Don Nino, un italiano bueno pero de carácter fuerte, que se hacia mala sangre por la falta de seriedad de su hijo. Unos días antes cuando la madre invito a los chicos a que se sentaran a la mesa a almorzar, Baty se paro en una de las sillas expandiendo los brazos al costado del cuerpo como Cristo y con los ojos desorbitados mirando fijo hacia la nada y en absoluto silencio se quedo por varios segundos solo para enojar al padre.
-¡Alecandro podes bacar de la silla!, ordeno con tonada italiana. Baty nada.
-Este Ale es terrible, le comentaba sonriente Elva la madre de Alejandro al Pelado. Cuando Don Nino estaba a punto de explotar Baty se bajo del asiento y comenzó a comer y charlar como si nada hubiera ocurrido.
Ese día mientras los padres de Baty hacían compras en un mercado los pibes jugaban a las cartas. A punto de ganar la partida estaba el Pelado cuando golpearon la puerta del departamento.
-¿Quién es?
-¡Yo Juan, el portero!, Baty observo por la mirilla de la puerta pero solo vio el pasillo oscuro. Abrió la puerta para verificar mejor pero no vio a nadie hasta donde daba la claridad que salía del departamento. A punto de cerrar la puerta escucho la vos del portero delante de sus narices diciendo:
-¿Esta tu papá?
-No, contesto a la nada.
-¿No tendrás un martillo?
-Voy a ver. Hizo como que buscaba algo y volvió totalmente confundido al descubrirse hablando con nadie.
-No, no tengo.
-Bueno, nos vemos. Gracias.
Eso de nos vemos corre por tu cuenta, pensó Baty cerrando la puerta.
-¿Viste eso?, dijo Baty.
-No, contesto el Pelado.
-¡Ay está!, no viste nada ¿no?
-No.
-¡Juan el portero es un fantasma!
-¡ja ja!
-¡No ja ja, no!, ¡vos lo viste!, perdón ¡no lo viste!
-Mira Baty, desde el ángulo que estoy no lo vi, pero puede que haya estado en el hueco de la escalera.
-¡No si la voz se escuchaba delante mío!
-Sí, en eso tenes razón pero...
Dando por descontado como testigo a su amigo, lo más tranquilo le dijo ni bien llego a Nino:
-Papá, hoy anduvo buscándote Juan. Quería un martillo pero no se lo di porque es un fantasma.
-¡Dale Alecandro que quería!, levantaba temperatura el tano.
-¡un martillo!
-¿y se lo diste?
-¡no porque es un fantasma! ¿no Pelado?, busco complicidad en su amigo que se llamo al silencio conteniendo la risa.
-¡Por favor Alecandro no digas estupideces!
-¡Mamá de verdad!, busco su ultima esperanza de credibilidad.
-Ay... Ale, Ale...
Como en el cuento del Pastor y el Lobo, Baty bromeaba tanto que nunca le creían nada. Cada vez que el portero se cruzaba con los muchachos saludaba con una sonrisa intrigantemente sospechosa que hacia que Alejandro obsesionado mirara a su amigo y le recriminara.
-¡Vos fuiste testigo y no declaraste ante mis viejos maldito!
Pasaron esas vacaciones, paso el tiempo y los amigos recuerdan el episodio y el Pelado se ríe, pero Baty lo sigue afirmando seriamente. ¿Será que Juan era un fantasma? Dicen que se jubilo y nunca nadie supo mas de el. Después de todo los fantasmas también tienen derecho a descansar (en paz). Nino y Elva vuelven al departamento todos los años pero Baty después de esas vacaciones jamás volvió.
Juan Máximo Avalos, (1892-1944) argentino, hijo de inmigrantes españoles. Encargado de mantenimiento de un antiguo astillero en Mar del Plata del cual no se encuentran registros. Dicen los viejos memoriosos que de chicos los asustaban con el “fantasma del astillero” que murió misteriosamente de un martillazo en los alrededores de Plaza San Martín, tal vez en el mismo sitio donde hoy se levanta el edificio donde vacacionaron los chicos.
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