Aún escribo cuando duermen,
en ciudades hastías de desencanto,
lechos de llanto,
y esperanzas de cristal.
Cuando no hay rumbo,
para el delirio colectivo,
solo el polvo,
de un alivio perdido.
Aún cuando ya solo,
no quedan más,
que anhelos,
que penden de un hilo.
Escribo porque no me queda más,
que un lápiz y un papel,
cuando veo tu rostro,
reflejado en esta tormenta.
Y sé, que no es más,
que el pasado caminando,
inútilmente empapado,
hasta que brille el sol.
Y aún así, puede ser,
que la mañana siguiente,
sea el presente,
quien te tiente, a verme.
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