Lo veía en mi habitación con sus inmensos ojos negros,
me trepanaba el cráneo con su mirada,
un aletear seguido por un grito,
escucha atentamente me decía mirándome,
desde una rendija abrupta,
parecía decir una frase,
tan lejana y apocalíptica
pero ella se ahogaba en las primeras letras,
luego un zumbido en mi estómago,
pero él no desaparecía,
estaba anclado en mi vida,
por un tiempo o dos,
con su grito y su bullicio de ángel destructor,
¿Era la muerte que se desarticulaba frente a mi?
deseaba tanto la aurora,
un rayo de luz solar,
el canto de los pájaros,
pero el cuervo estaba ahí,
“escucha en el silencio”, dijo,
y se largo como había llegado,
vi seres danzantes en la oscuridad,
se arremolinaban como tratando de purgar sus pecados,
“es solo un recinto”, dijo el cuervo, entrando por la ventana de mi cuarto,
y nuevamente sentí nauseas,
creí morir al ver sus ojos de demonio,
“es solo un recinto” lo repitió nuevamente,
y desapareció sutilmente,
proyectándose sobre la pared de mi cuarto,
|