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Un Ángel

Hacia algo de frío.
Unos cuantos chicos, en mangas de camisa –o de polo, para ser más exactos- atravesaban la calle de arriba abajo, cruzando los brazos sobre el pecho. Era evidente que hacía frío.
Un ángel baja y con él viene una larga, larga cola de algodón dulce, rosado, que ondea como si disfrutara del viento que trata de despedazarlo.
Abajo, todo es paz.
- Un día, yo tuve un ángel –alcanzó a decir aquel viejo soldado- Era ... ¿cómo diré? ... ¡muy especial! Apareció en mi mochila de campaña, una mañana como cualquiera ... ¿importa cómo era la mañana, cuando descubres un ángel dentro de la mochila? ...
¡Miren! - se oyó el grito y la gente dejó de escuchar al soldado; una lágrima rodaba por su mejilla - Ahora aparece por sobre aquel techo en forma de punta de flecha ...
Hacía frío y aquel hombre viejo, hurgó en sus bolsillos; un cigarro negro, roto a la mitad, adornó sus labios.
... ¡un pedazo de algodón se ha quedado en el asta del filo de la casa! – la voz pareció ronca.
Era ... –susurró el hombre, soplando un humo espeso- ... un angelito como ninguno ... suave, terso ... un poco tieso ... ¡seguro por el frío! ... pero sonreía ¡para no creerlo! ...
Los rostros medio estúpidos de la gente que tenía la cara levantada, contemplando el vuelo ondulante del ángel de blanco con cola rosada, adquirieron un extraño rubor ceniciento.
Cuando el ángel desapareció del cielo gris de aquella tarde, los rostros, convertidos en mofletes oscuros, desproporcionados, empezaron a estirarse, como masa de pan lista para entrar al horno. Una lluvia menudita empezó a humedecer los bollos de pan; nadie se dio cuenta de lo que pasaba. Los rostros, azules ahora, llegaron al suelo; se posaron en los charcos turbios que empezaban a formarse en la calle empedrada y, a duras penas, chocándose unos a otros, fueron alejándose lentamente, hasta llegar al río.
Cuando la lluvia acabó, ya nadie caminó por las veredas; las puertas, entreabiertas, parecían sombras de hojalata endeble; las ventanas, muy pocas, sacudían sus portezuelas contra los marcos y las demás permanecían cerradas; algunas briznas de hierba dejaban ver su verdor entre los resquicios de las de las paredes que habían quedado en pié. Desde entonces, el pueblo, se quedó como dormido; las pocas personas que no vieron al ángel de esa tarde, se escondieron debajo de las escaleras, al pié de las camas, dentro del ropero viejo que tiempo atrás era de la abuela, en el terrado de las casas de adobe o tapial, sobre mugre de centurias; creyeron así, evitar convertirse en pan crudo, inflado y flotante.
Detrás de la pileta de la placita del pueblo, debajo de una roca que había resistido a la dinamita que trajo el alcalde, el viejo soldado, con el humo negro de su cigarro roto a la mitad, dibujaba, torpemente, la cara de su ángel blanco (en realidad lo que lograba, siempre que dibujaba, era un ángel oscuro, pero hermoso; le ponía cabellos ensortijados negros, y una sonrisa de campanitas). Para entonces, ya todos se habían marchado y él estaba solo.
Se quedó tendido, con los brazos abiertos, mirando al cielo, profundamente azul, como suelen ser los cielos después del aguacero; las enredaderas envolvieron sus manos y sus pies; un capulí tierno, se posesionó del centro de su cintura y creció con él, hasta el azul más próximo.
Nadie se hubiera enterado de lo que pasó, si no fuera por el ángel oscuro y crespo, que vive en lo alto del capulí, al centro de la plaza, esperando que el soldado vuelva a buscar en el bolsillo de su vieja casaca, un cigarro negro, partido a la mitad.




Cajamarca, diciembre del 2003.

Texto agregado el 29-04-2004, y leído por 231 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
14-05-2004 Maravilloso tu cuento y tu escritura..., me pone muy contento descubrirte. Mis afectos. Un abrazo patagonico. CalideJacobacci
02-05-2004 ¡BRAVO, escritor latinomamericano hasta el filo del espíritu!! Es excelente. Y el Mudo me agrega al oído: para una antología! Gracias, infinitas gracias, por habernos regalado esta ofrenda. Máximo islero
30-04-2004 Este cuento me lo he leído dos veces. Una para leelo, como se debe y, otra, para disfrutarlo, desglosarlo y gurdar, en mi memoria, imágenes tan bien descritas y tan bien plasmadas en unas letras que, para mí son las primeras que leo tuyas, y que van a hacerme seguir leyendo lo tuyo que, adivino será tan bello como esto que has escrito ahora. Una nube rosada de estrellas para este delicioso cuento. rodrigo
30-04-2004 Obligado felicitarte por las alusiones al "azul" y tambíen obligado, por el logrado clima de misterio con el que envuelves tu relato. azulada
29-04-2004 recurres avrios elementos encantadores, como el ángel, el algodón de dulce, los adorables viiejos y los vas mezclando con gran belleza, mis estrellas agradadas por tan bello cuento. anemona
 
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