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Inicio / Cuenteros Locales / CalideJacobacci / De vacaciones con Jane Birkin (para Pablo Salomone)

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Si, si me decís el nombre así de golpe, me partís la cabeza y la veo. La veo en la escena de una película y te juro que la imagino y la siento jadeando, cantando ese tema que solo se entendía algo cuando dice je t’aime.
Ahí la conocí, en esa película, después de los títulos cuando aparece en minifaldas, mostrando sus patas espectaculares y se agarra de una reja. Naranja la mini, para más detalles.
Veo la escena, y por mi vieja, la llevo grabada en el hueso.

Yo tendría dieciocho años o veinte, eran los setenta y por las venas me corría testosterona pura, espesa y afiebrada. Con ella me imaginé que mi vida iba a ser como la del Corto Maltés, no me lo imaginaba, estaba seguro. Solo aventuras y putas.
El nombre de la película la verdad, ni idea, si que hacia de atorranta y le salía bárbaro.
Lo que tengo más vivo es el rostro de ella, la mirabas y no podías creer que existiera.
En una secuencia el flaco le mete dos sopapos, ida y vuelta, palma y dorso a mano abierta y ella no llora, con los bifes se pone más mimosa y se desnuda. Y lo besa con el labio sangrando.

Pendeja divina, de carita angelical y la diosa del desparpajo, desfachatada diríamos en el barrio.
En otra parte de esa película está solo vestida con una musculosa blanca, cortita, tipo pupera, y para abajo no tiene nada puesto, esta desnuda y sentada sobre una cama con las gambas cruzadas como haciendo yoga, mortal.
Juega al dominó con Trintignant, sí, con Jean Louis.
El hace de un tipo medio boludo, o boludo completo que le agarra un ataque de culearse a todas las que laburan en la peli o algo así, esas historias francesas raras.
La otra mina que se cepilla el quía es Romy Schneider, diosa también, pero otro estilo, más seria y un poquito más jovata, creo que hacia de la esposa del francés, creo.

Tengo otra imagen plantada en la memoria que es el rostro de ella en primer plano, cubriendo toda la pantalla con esos ojos de pícara chupando una ficha de dominó, metiéndose entre esos labios una fichita que la hace dar vuelta dentro de la boca con un dedo, y te perfora con la sonrisa. Que tiene un toque de tristeza, pero mucho de puta.
Después él que le pregunta por la ficha, la interroga con un gesto acerca de donde está la pieza de dominó que falta, y ella se acuesta en la cama y la cámara la recorre, lentamente la recorre y muestra la cadera y las gamba para que no queden dudas que está en bolas, bien en bolas.
Que gambas tenia la diosa.
La escena sigue con un salto a un primer plano y la turra que se mira entre las piernas y hace un gesto de “no sé” estirando el cuello y negando imperceptiblemente con la cabeza mientras entrecierra los ojos. Después sonríe y le aparecen todos los dientes.
Trintignant le mira el sexo, adivina, y también sonríe.

Levanto la cabeza y me llevo las dos manos a la nuca, y estiro los brazos hacia atrás, cruje la silla y cruje mi espalda, mientras disfruto del recuerdo de esa escena.
Que buena que estaba la inglecita, por que es inglesa no francesa, igual que Jacqueline Bisset, y que pendejos nosotros.

Un señor que ocupa la mesa vecina responde al sonido de una musiquita insoportable abriendo su teléfono móvil e invadiéndome con su charla, da detalles de donde se encuentra y que come a alguien que lo monitorea por el aparatejo.
La joven que lo acompaña le saca fotos con una cámara digital mientras él habla, grita, que el paisaje es hermoso y que sacaron miles de fotos, que ya vas a ver, tenemos todo documentado, sí, es caro pero vale la pena!.
El flash de la camarita me pega en los ojos, quieren llevarse todo dentro del aparato, la mina escracha la picada de queso y la panera adornada con flores que tiene en la mesa.
No miran, sacan fotos.
Le hago una señal de que baje el volumen, cortos movimientos de mano abierta con la palma hacia abajo, y un gesto en la cara de lo que a él le ocurra me importa un carajo, y el tipo se fastidia y gira la cabeza para seguir su dialogo ahora refiriéndose a mi, cuchichiando con cara de odio.
Hoy termino a las piñas, pienso en medio de mi silencio usurpado. Un mozo se acerca solícito y engominado, y me calmo.

Ahora si, mis ojos tienen un registro objetivo de todo el restaurante, de todas las mesas. Un registro puro y simple de la gente que está en ellas, sin selección subjetiva.
Sin ver a nadie.
Salvo el forro del celular, que no deja de mirarme pero no le doy pelota y me busca con los ojos. Me mide, se saca su campera Columbia y se acomoda una bincha también de marca. Tiene calzados modernos borceguíes que le incomodan para moverse en el piso desparejo del bolichón.

Este es de los que destapó champán cuando el Cleto dijo: - Mi voto es…, no positivo... Pienso.

No pasa un segundo y el tipo se levanta de su silla y sin dejar de mirarme camina hacia donde estoy sentado, y en la espalda, en los músculos que me rodean la escápula aumenta el tono de las miofibrillas y comienza desde ahí a nacer un sopapo, que rápidamente llega al hombro y avanza por el brazo y se cierra en el puño. Y queda así, cuando el personaje pasa desafiante hacia el baño sin mirarme.
Entonces me aflojo y leo la carta del menú. Levanto los ojos sin mirar y veo el salón.
Tengo una imagen estática, una mirada que evita el encuadre de algo en particular, y todo se mueve.
Hasta que mis ojos en el paneo la captan, y ella aparece en ese instante donde las neuronas titubean, buscan lograr la identificación, y el subconsciente manipula el momento.
Y el encuadre que logra el relojeo se congela, se impregnan receptores con algún neurotransmisor, noradrenalina activada por Malbec seguro, y en ese fragmento de tiempo obtengo la imagen.
Y ya es lo único que enfoco.

Cuanto hace que no la veo, que lo parió. Cuento con los dedos. Treinta y dos años.
Treinta y dos años y en un segundo de registro subjetivo la identifico y las manos en la nuca se me cierran sobre el pelo y tiro hasta que el dolor me dice que es cierto.
Y es cierto, y como observa a quien está frente a ella, como deja fija la cámara de sus ojos me asegura que es ella.
Y ya no se de que hablo, la tengo encuadrada en primer plano y es una de las películas que más prolijamente llevo editada.
Era igualita a Jane Birkin. Pero nunca me dio bola. Turra.

- ¿Ya ordenaste algo? Digo.

Igual que Jane Birkin nunca tuvo tetas, ni tiene. Me consuelo.


(2008)

Texto agregado el 28-08-2008, y leído por 599 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
20-09-2008 belliísimo cuento y me has evocado a aquella extraordinaria jane birkin. un saludo desde españa.5* jardinerodelasnubes
17-09-2008 Muy bueno- Habia olvidado a Jane Birkin... me encanta esa cancion y ella , aunque no tenga tetas. Redondo este cuento- mcgraw
09-09-2008 Este es un cuento que pasa a mi antologia personal. Genial Doctor, tiene el punto de equilibrio justo, me gusto tdo ***** alejandrocasals
02-09-2008 No soy muy buena en eso de la farándula...pero lo que escribiste está magnífico. Bien narrado, impecable. albaclara
29-08-2008 Todas las minas que nombras me rompen la cabeza, cuando pueda pensar, trataré de reflexionar el cuento. leenfantterrible
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