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Inicio / Cuenteros Locales / AnaAlonso / EL MALEFICIO

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Aquél domingo comenzó como cualquier otro. Nos sentamos a desayunar en la cocina, en silencio. No intenté iniciar conversación alguna; para qué, pensé con amargura, daba igual lo que dijera, ella no escucha, quizás ni siquiera oye. A veces fantaseaba conque su piel, tan suave, había sido cubierta por un caparazón contra el que chocaban las palabras. Esa idea me ayudaba a mantener la ilusión de que la Paula que yo amaba seguía ahí, escondida bajo las escamas. Un día el maleficio se rompería, Paula se desprendería de esa muda y volveríamos a ser tan felices como antes. Mientras el café humeaba y yo giraba la cucharilla en el interior de la taza para que se enfriara con más rapidez, ella inició la discusión de todos los días. El aire se volvió espeso, eléctrico. Como siempre, intenté convencerla de lo absurdo de sus planteamientos. Pero era imposible. Sus ojos ya no se perdían en los míos, como antaño. Ahora vagaban por territorios inexplorados. Su risa contagiosa hacía tiempo que se había trocado en mueca desconfiada; su conversación, en interrogatorio policiaco. Dónde estuviste ayer. Con quién. Por qué te retrasaste. Terminé de beber el café y me dispuse a fregar la loza. Sentía su mirada clavada en mi espalda. Daba igual el lugar en el que me refugiara. Esa mirada me seguía donde quiera que fuera. Incluso en el despacho notaba, todavía alguna vez me pasa, un soplo frío en la nuca, como un escalofrío. Cada vez que sonaba el móvil, mi mano quedaba paralizada en el aire, un segundo, dos, tres, esperando no sé qué milagro, hasta que por fin lo cogía. ¿Qué haces? No empieces de nuevo, por favor. Ven pronto, mi amor, cambiaba bruscamente de tono, zalamera, tenemos que ir al supermercado. O al cine. O a la tintorería. De acuerdo, no te preocupes, un beso. Cuando acabé de secar las tazas y los cubiertos, me armé de valor y dije, Paula, no podemos seguir así. ¿Así? ¿Cómo? Esto no es vida. No fue algo premeditado, me salió de dentro, como si yo también escondiera otra persona, alguien que fui en otros tiempos, y fuera él quien hubiera hablado. Paula se irguió en su asiento y, por un momento, la habitación se llenó de chispas que saltaban de un lado a otro. Mi otro yo parecía decidido a no callarse. Llevamos más de tres años juntos, y… No pude continuar. Estalló la tormenta. Paula se convirtió en rayo destructor. Su rostro se congestionó. ¡Lo sabía!, gritó, mientras golpeaba con su puño la mesa hasta hacerse daño. Intenté sujetar su mano, y se revolvió contra mí. Me arañó la cara, me dio puñetazos en el pecho, en los brazos, mientras lanzaba todo tipo de insultos, desgraciado, cabrón, ¿quién te has creído que eres?, esa zorra de Alicia, si ya lo sabía yo. No me defendí, permanecí inerme, con los brazos colgando a los lados del cuerpo, hasta que sentí el sabor de la sangre en mis labios.
Me desprendí de Paula con brusquedad y salí dando un portazo. Crucé la calle corriendo, como un fugitivo, y me dirigí al bosquecillo que se encontraba frente a nuestra casa. A esa hora no había nadie. ¿Cómo hemos podido llegar a esto?, me preguntaba, ahogado por las lágrimas. Yo estaba enamorado, quería a Paula, pero el día que la conocí dejé de tener vida propia. Paula llenaba con su entusiasmo, sus arrebatos, incluso su ansiedad, cualquier vida ajena. Cuando nos fuimos a vivir juntos alquilamos una casita en las afueras, Paula dijo que era mejor vivir en el campo, y dejó su trabajo en una tienda de lencería fina. Me divertía verla desnuda frente al espejo, hermosa hasta la perfección, escudriñando su cuerpo a la búsqueda de una venita diminuta en una pierna, una arruga imperceptible en la frente, a sus ojos imperdonable. En esos momentos mi pasión se desataba y acabábamos revolcándonos en cualquier lado. No necesitábamos amigos con los que salir, ¿qué podía haber mejor que pasar solos un fin de semana? Luego el carácter de Paula empezó a transformarse, pero los cambios son siempre sutiles, nada sucede de hoy para mañana. Mientras caminaba miraba los árboles que me rodeaban, recubiertos de brotes húmedos y brillantes, y pensaba, estas hojitas, ahora tan tiernas, crecerán, y, cuando llegue el otoño, mudarán el verde por el rojo, luego al amarillo. Después se desprenderán, de una en una, y este bosque se tornará irreconocible. Lo mismo le había pasado a Paula. Sus ojos, poco a poco, se habían oscurecido. Su mirada se volvió torva, angustiada. Su humor, cambiante. Después vinieron los ataques de celos, las amenazas. Si me dejas, me mato. ¿Y yo? ¿Qué había pasado conmigo? Probablemente era tan culpable como ella de lo sucedido. No había captado las señales, me había dejado arrastrar a esa existencia asfixiante sin oponer resistencia, y ahora estaba vencido, sin fuerzas para luchar. Era un cobarde. Y como un cobarde huí. Con lo puesto. Durante unos días me quedé en casa de un compañero, al que pedí más tarde que fuera por mis cosas. Compré otro móvil. Me negué a verla.
Hasta hoy, que nos hemos tropezado en un restaurante. Yo he entrado con Alicia, quién me iba a decir entonces que acabaría con ella. Paula estaba sentada en una de las mesas acompañada de un hombre. Ha sido imposible retroceder. Se ha levantado. ¡Caramba, Luis!, cuánto tiempo sin vernos. ¿Qué tal te va? Parecía satisfecha. Me ha presentado. Éste es Raúl, mi pareja, ha dicho, con una sonrisa. A Alicia creo que ya la conoces, he contestado. Claro. Hemos intercambiado algunas frases intrascendentes y cada uno se ha ido a su sitio. Mientras cenábamos de vez en cuando la he mirado de reojo. Paula sigue tan hermosa como siempre. Por un momento he creído que quizás había conseguido liberarse de su embrujo. Pero Paula no ha separado sus ojos de Raúl en ningún momento, y Raúl ha permanecido todo el tiempo en silencio.


Texto agregado el 28-08-2008, y leído por 201 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
29-08-2008 Bien logrado tu texto. Dime...¿por qué el tipo al final se queda silencioso?...¿ella lo apabulla?... albaclara
28-08-2008 Intesesante que tu narrador sea un hombre, considero dificil (no imposible) escribir algun texto en donde el personaje sea del otro sexo. Me quedo con una duda... al final dice el personaje (Luis)...por un momento he creído que quizas habia conseguido liberarse de su embrujo.....¿no deberia de decir ...conseguido liberarme en lugar de liberarse..Esto es, una reflexión de Luis acerca de que todavia le gusta Paula. Esta bien narrado , pero como que le falta algo mas fuerte al final. ¿que significa que Raúl este silencioso? ¿que ha sido apabullado por Paula, que ahora esta asfixiando a Raul? Sugiero le busques un final mas fuerte, el texto lo amerita. dinosauro
28-08-2008 Qué tensión en el ambiente.... Me ha encantado. Está muy conseguido. sophie
28-08-2008 Un relato magnífico que mantiene el interés en su trayectoria. Muy buena historia, bien narrada. Felicitaciones. nocheoscura
28-08-2008 Muy buena narración. Mantienes la atención hasta el fin. Felicitaciones y *'s. Otro_Jota
28-08-2008 Estupendo Ana. Me encanta cómo has manejado el diálogo recordado y las imágenes. Enhorabuena. juanrojo
 
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