Primera parte.
Era noche y la niebla apenas se había retirado, el sistema de triangulación de movimientos había probado ser un sistema de seguridad confiable y eficaz, podía captar el andar de un ratón cruzando el patio, pero no indicar nada por alguna hoja que distraída y de manera casi mágica llegara hasta aquellos parajes.
Las letanías de vigilancia por las noches eran abrumadoras y aniquilantes, algunos decían que incluso inútiles, años tenia que no había intento de escape, mucho menos, porque era casi imposible que algún hombre sin ayuda de nada lograse saltar y librar el muro de 15 metros de alto, estaban además las cuatro torres que se imponían en cada esquina en las cuales estaban apostadas 2 o tres guardias, dependiendo del turno; y se encontraban empotradas dos lámparas de alta capacidad, capaces de alumbrar de manera constante hasta 30 metros, otrora estas lámparas tenían que ser movidas por los guardias al igual que lo hacían militares en los campos de concentración, gracias al nuevo sistema de vigilancia se movían de manera aleatoria y en caso de movimiento, se enfocaban automáticamente a donde el sistema de triangulación indicase que ocurría el movimiento.
La guardia de la torre 3 tenía un pasatiempo para esas noches, durante el primer par de meses se dedicaron a contar las ratas que el sistema detectaba, los demás solo se turnaban a vigilar los movimientos de las lámparas, tal cual lo mandaba el manual y la tradición de los guardias.