Joaquín visitaba la casa de Elena con mucha frecuencia, y es que su padre Don Alberto tenía una linda amistad con Patricia la madre de Ella. El pasar del tiempo no influyo en aquella relación. Los dos recordaban su época estudiantil. El gran secreto permanecía guardado. Dios y el destino nunca se equivocan. Entre cielo y tierra nada puede quedar oculto y no existen historias inconclusas. Por eso el día que Alberto supo que su hijo tenía amistad con la hija de Elena, sintió un gusanito que se le movía internamente en su corazón. Con el pasar del tiempo ese gusano se convirtió en una esplendorosa mariposa que lo hacia sentir libre, con unas ganas de vivir inmensas. Dieciséis visitas bastaron para florecer una historia que había sido dejada con unos puntos suspensivos por el creador. La mirada aquella tarde concreto lo que su corazón guardaba y las únicas palabras que atino a decir fueron la promesa que espera oír cualquier mujer: siempre estaré contigo. Después de aquella declaración en la Tierra se daba por terminada una historia que estaba pendiente en el libro de DIOS.