Cuando los guardianes de la noche
se hamacan en las plazas abandonadas,
brilla la lengua en la música
y un coro de vocales
se duermen en el bolsillo
de un niño que olvido
como hamacar su rabia.
Infames las estrellas
iluminan su cara,
mezcla de muerte y hambre,
mezcla de todo lo que hay
y que a él le falta.
Hilos rojos desprendiéndose
de toda ecuación,
aferrándose a las paredes
que no alcanzan para sostenerle el alma
y el va tambaleando en su dolor,
escapando de nuestras miradas
Los guardianes de la noche
lo acunan en la plaza abandonada,
lo cubren con cenizas
y en un poco de alcohol,
para que pueda despertar
por la mañana.
Y el sol madrugará,
para pegarle como un rayo
en la garganta,
y en su voracidad fatal
comprenderá,
que solo es un fantasma.
Y el mediodía
se morirá en su boca;
entonces
los guardianes llorarán
mientras él mira el cielo.

-En una mano el pan , en la otra, el cuchillo y su alimento-