EL JUEGO 37
El día siguiente tuvo su dosis de intensidad, lo despertó a las cuatro de la madrugada, con agua helada, fiel costumbre castrense (militar) él Coronel tomo un puñado de hielos del refrigerador automático, los introdujo en un cubo y subió tranquilamente la esclara, abrió la perilla del cuarto del chico y pluf con el agua a la cama, el chico se despertó sin chistar la pesadilla vivida lo hacia un sobreviviente, así que aquella actitud del Coronel no lo amedrentaba, y nuevamente lo hizo sudar sangre literalmente, correr, brincar, tolerar, resistir, al limite, nuevamente las sesiones de natación sui géneris en la alberca y él chico continuaba como un roble, ya por la tarde comenzaron con la parte técnica, el uso de cuchillo para matar, el protector había dotado de todo lo necesario para el adiestramiento, así que le encargo un docena de marranos para que el chico practicara su estocada, y en esa misma tarde adquirió la habilidad de matar, aparte de todo el cúmulo de odio que llevaba dentro, el chico tenia un don natural para matar, las explicaciones del Coronel sobre la posición y la forma de introducir el cuchillo para detener el órgano vital de un ser, fueron absorbidas y puestas en practica casi inmediatamente después del primer cerdo, el resto fue sencillo el cuchillo se introducía en automático a los animales, y aquel sentía el placer de quitarles la vida, como si ellos pagaran un poco de todo lo que se le había hecho.
El resto fueron degollados, con técnica impecable, el Coronel se sentía orgulloso, para sus adentros que aquel alumno tuviera tal capacidad para ser un asesino, cuando el chico procedió a degollar al ultimo cerdo, recordó un sonido muy parecido que había escuchado en la cabaña, esto lo hizo que hundiera con mas ímpetu y coraje el arma en aquel animal.
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