El paisaje se extendía desde las sombras de los niños hacia un horizonte lejano. Sus pies delineaban la trayectoria de una pelota desinflada que corría sobre el pasto en diestras jugadas. Por las tardes el aroma de la hierba se fundía entre las copas de los árboles, mientras diminutos cuerpos desandaban aquel baldío de piedras y retamas. Detrás, un cielo se hundía en desesperados gritos y empujones para lograr la victoria de alguno de los dos equipos. Mientras la vida confluía en esa libertad de movimientos y de formas deambulando por la tierra, esas mismas siluetas cansadas volverían al hogar, donde manos laboriosas esperarían con una taza de caldo caliente; frío y profunda soledad...
Quizás, aquélla trama de inocentes almas fuera el comienzo de alguna otra proyección mundial o tal vez, simplemente un episodio más de aquellos desamparados seres de las villas...