Era una foto mía, sentada bajo una palmera
con un libro entre las manos.
Con fotos, comentarios,
en la sombra, y a solas.
Muy a solas.
Ni brisa, ni viento,
silencio,
y paralización
de todo
menos del tiempo.
Muy a solas.
Mirando esa página en blanco
que hablaría de tus pensamientos,
esa hoja callada que debía
recoger el aroma de una caricia,
esa otra foto que guardaba
tus ojos sin tu mirada.
Así de blanca esa eterna página
le gritaba a la niña de la foto sentada.