Tormenta de huracanes: ¡Que lindo par de palabras para rechazar aborreciendo el contenido!
Cartones de cigarrillos, volando como aviones, haciendo remolinos (pués sintiendome así de encegesida por el fastidio que padesco,
solo de este modo puedo apreciar este efimero resplandor insignificante, similar a flashes de imagenes mentales pululando por las cienes, confunfiendo el bollo de un atado con miles de cartones) tambien hay vestigios de luz que rebota de cintas de Havannas de chocolate,
solo faltaría un alud de Mont Blanc cayendo sobre el techo, para por fín morir, asfixiada,
congelada de Fredo frío.
Hay tantas penas que masticar obligada por las circunstancia, como en el campo hojas de pastisales para los animales masticar.
El azucar blanca que tanto consumimos,
otorga demasiada energía, tanta, que tal vez allí se encuentre el ondo misterio, de porqué la humanidad sea tan abasayante con eso de exigir que la gente trabaje a destajo.
Aún siendo una niña, Johana se tomó como una misión, para preservar su vida, quizá por estar demasiado podrida la tarea de irse: arta de contar las gotas que caen del techo, de padecer extrema pobreza; de los golpes que la ventana dá sin sesar toda vez que sopla un viento, de los ladridos de sus perros, muertos de hambre, también de ver a papá fumando Paco, sin hacer nada favorable por ella.
Aún siendo que los ama tanto, Johana no pudo evitar la tentación de comenzar, una nueva vida en otro sitio. Entonces de pronto decidió,
justo cuando sus manos temblorosas planchaban, la tabla de la pollera gris, así nomás abordar un micro, con unos pocos centavos, que en su momento supo mendigar para después ahorrar,
y de esta manera que quiza se pueda interpretar como de egoísta, calzada en sus jeans gastados,
huír para siempre de la casa de Pompeya donde vive con sus padres.
Primero estuvo, una eterna hora de un millón de minutos, en la provincia de Santa fé,
en la terminal de micros, pero luego hechó a caminar, hasta que pasó un grave percanse que la tuvo como testigo, donde vivió una historia muy de cerca que la asustó bastante, que mejor ni recordar, e inclusive haciendola dudar de sí mejor no sería preferible volver al asentamiento.
Un chino llamado Yin Min fue asaltado por otros pares orientales que finalmente callerón presos,
pero Johana que se encontraba en el comercio, mirando que poder comprar con tampoco dinero, por fortuna pudo escabullirse por detrás de un estante torcido, donde había articulos de limpieza cerca de los cajones con papas que hay en la vereda, logrando así por un hueco del negocio, tomar la delantera y salir corriendo;
aunque esto sucedió cuando llegaba la policia armandose un tiroteo de película. Precavida,
de ese sitio peligroso, como quién dice,
salió volando, pronta arrivar un nuevo micro con destino a Salta.
Resultó ser, que en ese viaje conoció a un payaso de un circo, al que le contó la verdad de lo sucedido, artista que desinteresadamente con prisa le enseñó, ese tan dificil truco, por lo que hay que sincronizar, de hacer rodar tres pelotitas por el aire. Como lo expresara emocionado mancomunado con su alma pura: Para ganarse la diaria en los semaforos, he ir tirando sin deprimirse,
pués la vida siempre dá rebanchas.
Estando en una plaza practicando la prueba a saber, Johana fué interceptada por la gendarmería, teniendo que regresar...