La puta chilla. Hace días que viene haciendo lo mismo y no se como callarla. Ella dice que no existo, que le doy miedo. (¿Entonces porque no se larga?). Entro al cuarto con la única esperanza de que se haya ido. Falso. Jamás se iría. No tiene los huevos suficientes para hacerlo. Y yo no se si comprarle un gramo mas (porque un gramo es la dosis justa. Y yo pedí dos, por favor!) o decirle: PINTATE LOS LABIOS Y VETE AL INFIERNO; que se cuelgue del techo o de la estupida sensación de sentirse una tragedia shakespeareiana. Pero no entiendo por que chilla. Si le regalo un cielo por cada tajo de cuatro centímetros. Pero la puta no habla con la boca llena. No se deja intimidar tan fácilmente. –SI NO VOY A SER FELIZ POR LAS BUENAS. VOY A SER FELIZ A PATADAS, dice uno de los carteles. Ladra y se ríe como esa misma mierda. A veces me da pena la puta pero ¿Cuál pena? no puedo ser tan pasivo. Quiero que se largue! Entonces cojo un tenedor y le inco el culo. Y la sangre estupida y el asco por el buen gusto y la puta habla y no deja de hablar... . Y dice que el amor es un infierno, que me ama como a nadie en el mundo, que yo tengo la culpa de todo. Si, le respondo. Seguro yo tengo la culpa de la viruela, y del cáncer al riñón, y de la cadera de tu abuela. . . . . . Si pues, ¿Quién mas? Y dice que no soy tan buena gente, que mi cabeza esta llena de acratas y que no vuelva a jalar esa grasa. Entierra su pico en mi estomago y “no volveré a comerte hasta la medula” . . . . Mientras la hundo con esa frialdad extrema, todo duro, penetrando en esa misma pero linda mierda; cagandome de risa, mordiendo sus gritos, esa simpleza de puta con carácter. . . .. ….