“No. No estoy feliz. Me encuentro desanimada, apagada, muy triste, incompleta e incluso decepcionada conmigo misma.
Sí. Y me da hasta vergüenza reconocerlo, porque creo que no tengo derecho a quejarme. Solo hay que ver como están las cosas en el otro lado del mundo, volcanes, huracanes…donde ahí, la gente no es culpable de que la muerte les esté esperando en ese instante, en cambio yo si la tuve…yo tuve esa culpa que casi me mata.
No. No me gusta ver pasar el tiempo tan rápido. El ritmo con el que vivo mi vida no concuerda para nada con la velocidad a la que ésta avanza, yo vivo más despacio.
Y solo puede haber una razón por la que me siento hoy así, he perdido mucho tiempo en el que he dejado atrás una serie de obligaciones a pesar de todas las advertencias que he podido recibir, y eso es lo que me está matando.
Veo que la vida me lleva mucha ventaja, y por ello debo recortar y poner parches a los huecos en que mi tiempo ha sido desperdiciado y he hecho mal uso de él, simplemente no haciendo nada, nada por evitarlo.
Ese es mi miedo, una derrota que no me deja vivir, no me deja dormir, me consume y hace que esté todo el día triste, teniéndome que obligar a vestirme de alegría para que la gente que me rodea no se preocupe.
La mayoría del tiempo no creo en mí, no creo en nadie, pero… ¿debo creer qué terminó la pesadilla?
Y así, comienza mi historia…”
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