habiendo ocupados todos los rincones de mi inconciente
me he sentado a contemplarte
con humildad a tu ser sobre ese altar,
castaño como tus fieros cabellos
enmarañado e infalible,
tus ojos huidisos sobre los objetos más brillantes.

y no sé cuanto más mantendrá el día
enteros los sellos del silencio,
tú mirada detrás de esas jafas
la luz sobre tu oscuro reflejo nocturno,
tú sonrisa por la luna encadilada.

es demasiado atrayente como para no verle
tú rojo caminar por sobre las pálidas aceras,
tú mirada elevada bajo los sombreros
de los ciudadanos tristes en la calle,
mi ojo oculto sobre las lumbreras
hechizado por tus derroches de carisma,
el foco de todos mis pensamientos.