Anoche como de costumbre, abrí la ventana para que el viento entrara en mis sueños y susurrara las historias que sólo él puede contar. Otra noche mia, otra historia tuya.
A veces cuando no puedo dormir, y el viento no puede entrar en mis sueños, llamo a la Luna y le pido que me muestre el álbum de los momentos fugaces, en que ella guarda las fotos que nos tomaba cuando tus manos y las mías se juntaban para caminar por los caminos adoquinados, donde las flores crecían a lado y lado, sólo para saludarnos. O cuando nuestros cuerpos se fundían en un abrazo de formas eróticas, así como el mar abraza con su oleaje las playas de las islas caribeñas. O así como la nieve abraza las monatañas con su delicado manto tejido con polígonos cristalinos. Así, como tu y yo.
También me pongo a contar las estrellas, para saber ¿cuantas veces invoqué un te amo dirigido a tus oidos? ¿cuantos besos de masmelo te di mientras acariciaba tus suaves mejillas? o ¿cuantas veces derretiste mi corazón con las llameantes flechas de tu mirada?
Hay momentos en que las nubes se interponen entre la Luna, las estrellas y yo, y es ahí cuando el viento, al que nada se le interpone, me recuerda que despues de la tormenta llega la calma...
Cuando llega el Sol y me golpea con sus ardientes rayos, dicíendome que un nuevo día me necesita. Me levanto, y mientras construyó mi mundo, espero con entusiasmo la llegada de la noche, y de nuevo reunirme con el viento, la Luna y las estrellas a contar historias donde los personajes son, un hada de largos cabellos negros, a la que un duende le robó sus alas, y un hechicero que recorre caminos pedregosos, fantasmagóricos pantanos y desoladas montañas, buscando el lugar donde el duende escondió las frágiles, pero imbatibles alas de la niña de los bosques. |