Cuando iba al trabajo, paseando como todos los días, lo vi tirado allí, en la esquina, desarrapado, sucio, hediondo. Lo más extraño fue, que al volver lo encontré en la misma posición, aquello me produjo cierta congoja, detuve mi paso y me acerqué a él, lo observé y con la punta de mi reluciente zapato lo toqué, no se movía, miré en derredor mía y esta vez, con mi enorme y gentleman paragüas, lo enfilé con fuerza sobre el pecho, justo en aquel momento abrió sus ojos y agarró con sus podridas manos el paragüas, a lo que respondí algo contrariado golpeando con el talón de mis martinelli en su pulgosa cabeza.
Ahora no se movía, diría que incluso no respiraba, me ajusté mis guantes de paseo de cuero de ñu, y tanteé sus ropas hasta encontrar una mugrienta cartera, de su interior extraje nada más y nada menos quinientos euros en billetes de cinco, pensé: - puto pobre, como rinde la mendicidad...
Seguí mi camino y en los días posteriores ojeé la prensa, nada, es lo bueno de los pobres, no son noticias. Menuda cena con puta incluida me di a costa del tipo, "c´est la vie mes amis". |