Pensando, aplicando fuerza espiritual para hacer funsionar la mente cual fabrica, mi carne se hizo testigo de como el tiempo es el paso de un andar invisible. Miraba el amanezer espiando por entre las cosas la porción de palido cielo que azoma por la ventana halla lejos sobre el anden, pero subí al techo de un tren en la locomotora, electrocutandome la espalda callendo dormida sobre las toscas que cubre el cimiente.
Ahora, cual pavo real en el horno, me encuentro agonisando en el hospital. Mi vida está hecha recuerdos que desfilan ante mis ojos dormidos, titilando como estrellas perdidas salidas de la orvita original.
El fuego será una sangre que hallanó el espacio hasta más luego desaparecer...