El problema consiste,
yo lo veo,
en que la paz no es sólo de algunos,
pertenece al ermitaño, al aldeano
y es soberana en el soldado,
son dueños de ella los quiltros
y el emperador más excelso de la tierra,
pero algunos se la apropian
la defienden con dientes y uñas,
le levantan suntuosos monolitos
y matan al que se cruce,
con su mirada.

Cuanta amargura yo veo
en esos ideólogos trasnochados,
la paz es su caballo de batalla,
la defienden en sus trincheras
y se arrogan
su propiedad intelectual.

Paz, dicen, arrogantes
y muestran sus aguzados dientes
paz al son del charango,
norte amargo,
cueca sola
y resentimiento sempiterno,
paz, a latigazos
con sus miradas furibundas,
defendiendo hasta a los asesinos
que mataron por su paz.

La paz se entrega
como ofrenda,
con mirada dulce
y corazón sincero,
no se enturbia
con rencores añejos,
no se vende ni se compra,
la paz es mano con mano,
ojos al frente,
es un himno que late
dentro de cada ser,
no tiene apellidos ni banderas,
sus caudillos somos todos
los que vivimos sin fronteras.

Paz, te la ofrezco
como un trozo de pan tierno,
en un vaso, transparente
como una copa de agua,
a ti, que me miras fiero
y a ti que sonríes exultante,
a todos, somos hermanos,
nacimos y moriremos,
vivamos, pues, este corto trecho
y hagámoslo en sagrada paz...