70
Son las seis y doce de la mañana, y me levante solo hace diez minutos. Me levante pensando en ella, en 70. ¿Qué me pasa? ¿Por qué estoy así? Ella esta gobernando casi todo de mi ser. Y me estoy enamorando más. ¿Acaso sentí algo igual, alguna vez? Creo que ella se esta convirtiendo en el centro de mi universo… se oye el crepitar de la puerta y ni aun ese sonido puede perturbar mis pensamientos, se oye la música que me apasiona y me hace pensar mucho en ella, me hace ver mis sueños; me hace vivir mis sueños, será por eso que me enamoro de ella. No lo sé. En verdad necesito de alguien que me diga qué hacer. Y es que una vez más digo: ¡No sé qué me pasa!
Cada día que pasa, cada hora que pasa, cada minuto que pasa, cada segundo que pasa: crece más y más, crece ese: algo maravilloso, en mi corazón.
Oigo a mi corazón decir: Ella es el Amor de tu vida, ella es la que siempre soñaste, ella es quien era parte de tus sueños, ella es a quien buscabas y esperabas durante este tiempo, y por eso andabas de un lugar a otro: “sin rumbo ni dirección”. Es ella la niña de tus ojos. Anda y ve ahora a buscarla, y mírala a los ojos y dile lo mucho que te gusta, y que cada día que pasa, te estas enamorando más de ella. Y también dile: que el universo conspira a tu favor, conspira cuando la vez, y cuando sientes su presencia, oyes la melodía de cupido y vez a sus secuaces armar el estrado del Amor.
Solo escucho a mi corazón, y mi corazón me dice también: Con ella realizaras tus sueños, yo en particular me enamore de ella, y tú —mi corazón me habla a mí— te niegas a admitir que ella es el Amor de tu vida.
Yo le refuto musitando: mira amigo, yo te Amo, por qué tu sueñas, quieres lo mejor de mí, quieres que sea una persona de éxito, quieres que sea un gran líder, quieres que realice mis sueños y sé que solamente así te sentirás verdaderamente feliz. No obstante ahora me encuentro con paredes que no deben existir. ¿Dime qué hago, corazón mío?
Mi corazón responde:
—Ponte a pensar en mí, yo sufro, cada vez que vez a una persona a la cual te gusta, tú, simplemente no le hablas ¿Por qué? Pero, ahora, encuentras a alguien que te gusta mucho y que te estas enamorando en este corto tiempo y quieres desistir de esto que sientes y sabes que lo que tienes en tu corazón —ósea en mí, decía— es un sentimiento puro, algo divino, que es capaz de transformar el mismo universo, que es capaz de transformar las palabras en vida, ¡en vida! En cambio, tú no sabrás lo que quieres, pero yo sí y quiero: ¡Quiero que te enamores de ella! Tú más que nadie sabes que la vida ahí que vivirla intensamente y por qué no pones en practica tus pensamientos y tus palabras, ¡Vamos, realiza tus sueños!
Yo solo escuchaba a mi corazón, y tenía razón, ella sufría, ella lloraba, ella se quebraba, ella pasaba de todo, aunque mi cerebro dijera todo lo contrario.
Mi cerebro me decía:
—Tienes que estudiar, tienes que ingresar a la Universidad, pero en parte sabía que 70 era alguien muy especial, lo sabía, entonces repentinamente se oye otra voz, era mi corazón hablando de vuelta y refutaba a mi cerebro. —Decidí salir del medio—, y el debate siguió entre ellos. Hasta que… dijeron que el tiempo se manifieste, y el tiempo dijo:
—Casi siempre me dejan a mí lo imposible, o, lo que lo ven difícil, ¿por qué? —Se preguntaba. Bueno, sea cualquiera el caso, me encargare de esta situación, me encargare de este amorío que se esta viviendo y creo yo también que vale la pena arriesgarse… os diré con mi don, lo que pronto sucederá… lo pensare, ya que vosotros habláis: “El tiempo lo sabe, el tiempo lo cura”. Entonces déjenme solucionar este enigma con mi vara mágica y que cómo que me llamo “Tiempo”…
Yo solo vislumbraba esta discusión o esta plática entre los tres… y supe entonces que el tiempo me daría una respuesta; que mi corazón necesitaba que realizara mis sueños, —sus sueños— y también sabía que mi cerebro necesitaba concentración…
Y de momento escuche otra voz:
— ¿Por qué mejor no le preguntas a ella o le dices lo que sientes? Ella te dará una respuesta acertada —no sabía de donde provenía esa voz—
Pero, sentí cómo mi corazón se alegraba y daba latidos de emoción y decía también: ¿Cuándo la veremos? (!) ¿Cuándo le diremos?
Mi cerebro, no se oponía, —que le quedaba, solo tenía que aceptar— Y así, todos en coro, íbamos a actuar con mucha sutilidad… pero tenían que prepararse todos, con mucho ahínco, para que nadie desentonara en el coro y que la melodía sea única, sea grandiosa…
Effranz Vásquez
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