Te quiero, solo eso basta, dos palabras han sido suficientes para construir una historia, un mundo, un cuento a parte que se convierte en el paréntesis de la vida corriente. Te quiero y te tengo a mi lado, no debiera necesitar más que aquello, te quiero, y mi cariño, quizás mi amor, laberíntico y supuesto, te da sonrisas que se convierten en mis tesoros, en el salario que a diario recibo por velar por tu felicidad que se confunde con la mía, y se tornan en mi mente y en mi corazón como seres inalienables y poco distinguibles en los escabrosos y desconocidos pasadizos del alma, aquel lugar donde habitas tu, aquel espacio que se llena de luz cada vez que tomas mi mano con tu mirada, que me levantas con un beso, que me matas con una caricia hecha de sueños y gemidos que se inmiscuyen entre mi lengua y tu boca, cada vez que el temblor de mi vientre imaniza tu dulce sexo, dulce como cada movimiento que despliegas al requerir mi cariño.

Regreso a las conjeturas de decir que te quiero, y creo ver que ello se convierte en la dermis del carácter concéntrico de un sentimiento que se vincula con mi ego, o quizás con la naturaleza del verbo querer que lleva implícito el querer ser querido. Te quiero, entonces mi ego dice que quiero que me ames, que llenes de pétalos perfumados y frescos el camino que me conduce hacia la entrega, hasta la anhelada fusión de tu alma con mi alma, de tu querer con mi querer, de tu cuerpo con mi cuerpo como herramienta cognoscitiva del lenguaje de tus ojos que prescinden de palabras, dejando tu amable boca libre para tan sólo besarme.





Si me quieres, a ti mi personaje, quiero quererte, y tal vez no repita más este dúo de términos que siempre serán inconclusos, y sólo destine mis actos para lograr que tu alma se convierta en el trémulo fruto, maduro y libre de toda congoja que yo haya logrado con ellos, por que estás ahí, yo estoy aquí, llenando de flores tus desiertos mas recónditos, y haciendo más ricos tus campos fértiles, oliéndote y besando tu cuerpo como una oruga. Me planteo el verbo querer-te, porque te estoy queriendo, y de a poco abandonaré mis secretos… y dejaré de decir que te amo en silencio.