Amor y entrega.
La noche estaba fría, oscura, como la pesadilla no deseada. Bajo el puente de la autopista nacional, y tomados de la mano, caminaban la pareja de novios más interesante que pueda encontrarse en tan reconocida ciudad, repleta de violencia ambulante. Conscientes de que la hora no era la más adecuada para caminar en ese sitio, donde por lo descrito, era el refugio y hogar de gente desconocida, gente que para sobrevivir tiene que llegar a los métodos más crueles que se puedan imaginar. Los enamorados caminaban con miedo pero seguros del amor que se tenían. Aunque el miedo parecía desaparecer por el auténtico amor que se tenían, ellos caminaban rápido, volteando a todas las direcciones, asegurándose que nada ni nadie extraño se les acercara. Sus pasos y su forma de caminar cambiaban constantemente, seguían viendo a todas sus direcciones, como si le temiesen al tiempo en sí que presagiaba lo peor. Sus manos al mismo tiempo que daban paso, parecían ponerse más temblorosas, sus corazones palpitaban más rápido de lo normal, el viento mismo tenía un sabor amargo, las hojas secas de los árboles eran arrastradas de un lado hacia el otro, como si el aire que respiraban les estuviera alertando de tan invisible peligro.
La pesadilla más grande para ellos se empezó a dar cuando sentado en la banqueta, con la cara sucia, vestido con ropa desgastada, vieja y descolorida, se encontraba un jovencito pidiendo a gritos ayuda. Ellos sabían que era muy extraño, pero jamás se imaginaron que se trataba de una trampa. Eran tan buenos que no dudaron en acercarse al joven, a preguntarle qué era lo que le sucedía. Mientras que el quejumbroso llamaba la atención de la joven pareja, estos sin saber que se empezaban a convertir en víctimas de un terrible plan, por la espalda y de la nada aparecieron tres muchachos más. Al ver a sus tres amigos, y con una sonrisa burlista, se levantó el joven que en instantes anteriores inspiraba lástima, entre los cuatro decidieron rápidamente rodear a los dos enamorados. Pocos segundos bastaron para que los ladronzuelos supieran que no llevaban tanto entre sus pertenencias. Enfurecidos por haber perdido el tiempo en un plan minucioso que no dio los resultados esperados, los jóvenes reaccionaron como reaccionan las personas que fracasan y no saben qué hacer. Los chicos callejeros muy decididos, bajo la influencia de alguna droga maldita, procedieron a lo que ellos llaman "diversión". Empiezan a darle de golpes al joven. Era una sola persona con ganas de vivir, tratando de defenderse de la furia endemoniada de cuatro chicos salvajes. Sin embargo, luchaba por sobrevivir, por mantenerse en pie, por defender a su joven amada, que sin poder hacer nada, atada de pies y manos veía con angustia la injusticia que se estaba llevando a cabo.
Uno de los victimarios se le acercó al ensangrentado joven. De perfil, gracias a la luz de luna llena, vio fijamente a sus ojos y en ellos pudo darse cuenta de que aún existía un castigo más grande del que le estaban propinando, pudo ver en ellos el miedo, pero también el amor que sentía por su vida y por la de la joven dama que le acompañaba. Toman a la joven y le colocan un afilado puñal cerca del cuello. Aquel filoso objeto relumbrante por la luz de la luna, se vestía de bestia, tal vez de muerte, se alineaba en el cuello de la joven y los miedos se esparcían por todos los aires. La joven al ver a tan decididos chicos solo le gritó a su amado: ‘te amo y siempre estaré a tu lado.’ Antes de que se atrevieran a tocarla, y sacando fuerzas de lo más profundo de su ser, el joven trata de defender a la mujer que tanto amaba. Saca las últimas fuerzas físicas que le quedan y lucha contra los callejeros. Cada segundo era una pesadilla. La guerra estaba declarada y no había vuelta de hoja. El joven que sostenía a la novia, al ver que sus compañeros estaban siendo vencidos por el enamorado muchacho, arremete por la espalda propinándole una puñalada mortal. Un silencio desconsolador estremeció el alma de la joven dama, temía por su destino, dejaba de ser la mujer que fue, su historia estaba cambiando....
Los tres chicos que habían participado en el ataque ahora corren ligeros en varias direcciones. El que sostenía el puñal estaba parado en el mismo sitio, la sangre se escurría del puñal a gotas y caía al suelo con un estilo único que hizo que aquel joven se sintiera más miserable de lo que ya era. Sostiene el puñal frente a su cara por fracciones de minuto y lo termina arrojando al suelo con tristeza, se echa hacia atrás y camina con el corazón palpitando a más no poder. Sigue caminando hacia atrás y de sus labios no se escapa ninguna palabra, de pronto se da vuelta y sus pasos escurridizos dejan de escucharse en medio de la penumbra. Con el alma destrozada y su punzante tristeza, la joven camina en dirección del novio herido. Lo toma entre sus brazos y le vuelve a jurar amor. Era tanta la sangre y el sufrimiento, que tan solo le alcanzó el tiempo para darle su último beso. La joven consciente de que había perdido una parte de su propia vida, desconsolada gritaba: ‘¿Dios por qué nos pasa esto a nosotros?’
Poco después todo se convirtió en silencio, secándose las lágrimas y tomando en sus manos el arma que le quitó la vida al hombre que tanto amaba, le toma las manos al cadáver de su amado y le dice: ‘Yo juré que siempre estaría a tu lado’. Mirando al cielo vuelve a gritar: ‘Dios perdóname, pero él es mi vida, y si tú decidiste tenerlo en el cielo, permite que yo siga siendo su compañera’. Ella decidió quitarse la vida junto al que en vida fuera su futuro y su vida entera.
Se dice que ha sido la historia de amor con el mayor sacrificio que se logró escribir en tan mencionada ciudad. El nombre del amor resalta siempre que se piensa en el lugar donde Dios hizo la unión de dos caminos que desde aquel entonces se dirigieron en la misma dirección, por la eternidad de las eternidades.
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