Transitaba el año 3566 d.C. en esta tierra devastada por el incesante trabajo del hombre en la conquista de sus propios hermanos, que según se habla son inferiores social y económicamente y lo que es peor, detestan sus ideologías.
Esta zona de lánguidas mesetas escapa a los abrasantes vientos que te obligan a ocultarte en los refugios; en realidad no son más que simples casas, pero su apariencia uno diría que son reliquias desintegradas por el viento.
Las razas, en este viejo pero nuevo planeta, se diferencian a simple vista, basta con solo respirar el hedor a muerte y desprecio, que vive aquí, para darse cuenta que no es el mundo que todos conocimos o que alguna ves soñamos.
Tras interminables guerras e incansables conflictos, el planeta que todos disfrutamos se fue muriendo sin decir nada; en el momento en que la tecnología había llegado a su auge todo comenzó de nuevo, el tiempo se detuvo, los mares se secaron, el viento comenzó a soplar con la ira de la eternidad, sobre la ya inerte tierra pisoteada por los únicos animales que por alguna desconocida razón, no utilizan el don que se les otorgó en su momento, y que pese a las atrocidades engendradas por ellos mismos nunca se les pidió de vuelta, sino que se les dejó para analizar la vida miserable que llevaban.
En un principio, se aliaron por necesidad, como una manada de milenarios sauropodos, que en busca de comida y alivio a sus heridas, se olvidan de diferencias y peleas. Esas que se pueden crear por el afán de superioridad o por ese sentimiento aborrecible hacia otras razas que no sea la suya; sin comida ni agua caminaron por meses padeciendo sus actos por tres. Sin que nadie supiera por qué o como, un fresco rocío manó de un cielo gris, sin nubes. Este rocío aumentaba su caudal y al poco tiempo nació una tormenta. Una tormenta de vida creyeron todos, pero no fue así; ya recuperados y como una necesidad comenzaron a insultarse y agredirse unos a otros...
El tiempo, como su árbitro, los agrupó en supuestos equipos, y la marginación y la crueldad surgieron nuevamente en este planeta que recién nacía, ingenuo a todo, crédulo.
Nada cambió luego de esa explosión que la tecnología hizo que fuera así.
Los muñecos de este experimento llamado VIDA no fueron o suficientemente racionales como para poder manejar tanto poder de golpe.
Con el pasar de los años, estas personas llegarían a desaparecer, como lo hicieron primero los dinosaurios; ésos que dieron lugar a lo que se creía iba a ser racional, pero la naturaleza cometió un pequeño error, no fue racional sino racial, sin otros sentimientos por sus hermanos que fuese el odio que nacía de sus propios rostros.
Transitaba el año 3566 d.C., cuando una ráfaga de abrasante calor y una impotente lágrima me devolvieron a mi suelo, ése que no cambió nada en un abrir y cerrar de ojos.
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