PAOLA Y PAULINA
Paola y Paulina Aranguren eran dos hermosas gemelas de escasos cinco años de edad que aquella tarde calurosa de verano llegaban a toda prisa a su extensa mansión ubicada en una exclusiva zona residencial de la ciudad de México; estaban ansiosas por saludar a su padre y al padrino de ambas que en esos momentos se encontraban reunidos hablando de negocios en la biblioteca de la suntuosa casona.
Los dos hombres eran socios de algunas de las más importantes empresas textiles del país; la amistad entre ellos se remontaba a sus infancias, se consolidó en un exilio compartido y se selló para siempre cuando los amigos desposaron a dos bellas hermanas originarias del hermoso país que los recibió con los brazos abiertos ofreciéndoles la oportunidad de rehacer sus vidas.
Cuando las niñas se acercaban a la puerta de la biblioteca ésta se encontraba cerrada y a través de la madera escucharon aquellos gritos airados de una discusión que parecía nunca iba a terminar. Detuvieron su carrera cuando sorprendidas oyeron por primera vez la voz iracunda de su padre proferir improperios en contra de su socio y amigo. Luego se escuchó el ruido de forcejeo, golpes y el sonido de muebles al caer; finalmente un alarido que las aterrorizó. Casi de inmediato la puerta de la biblioteca se abrió violentamente y su padrino salió a toda prisa sin tomar en cuenta la presencia de sus ahijadas que de momento sólo atinaron a mirarlo encaminar sus pasos hacia la salida de la mansión. Paulina fue la primera de las hermanas en reaccionar y corrió tras el hombre, -¡Padrino, padrino!- le gritaba. Mientras que Paola entró a la habitación y al hacerlo vio con asombro el pecho de su padre atravesado por un sable que era parte del Escudo de Armas de la familia que adornaba una de las paredes del lugar y que su progenitor mandó colocar desde hacia muchos años.
Ante el macabro espectáculo la niña empezó a gritar desesperadamente al tiempo que corría a abrazar el cuerpo ensangrentado de su padre. Los sirvientes y las esposas de los hombres que habían peleado a muerte también acudieron al sitio donde había ocurrido la tragedia; cuando llegaron encontraron a Paola mirando con los ojos bien abiertos un punto indefinido en donde se había detenido su razonamiento; con la boca cerrada apretaba con rabia los dientes como queriendo borrar de inmediato aquella terrible imagen que la había impactado. Mientras que de Paulina nadie se interesó, en medio del desorden, los gritos y llantos, ninguno de los presentes pensó en la otra niña; transcurrido algún tiempo, cuando fue imperando la calma, la madre encontró a la niña en su recamara, lloraba en silencio en posición fetal y cuando le preguntó que tenía, la gemelita sólo atinó a decir que la habían asustado los gritos y el escándalo. Esa noche en el velatorio ni nunca más, las gemelas Aranguren hicieron mención de lo ocurrido aquella tarde de espanto.
Trece años después las hermanas Paulina y Paola abandonaban el afamado internado Suizo donde permanecieron internas desde la muerte de su padre hasta esa fecha en que cumplieron la mayoría de edad. Durante su estancia en aquel centro de estudios ambas se distinguieron por su inteligencia y buen comportamiento. Paola hizo de la práctica del deporte –la natación y la esgrima- el medio de desahogo para sus ansiedades y frustraciones; mientra que su hermana tomó gusto por la escritura, en sus textos frecuentemente describía escenas sangrientas que le parecían haberlas presenciado o tal vez soñado. Estas imágenes acudían a su mente como destellos que se habrían paso en la oscuridad de su memoria sin que la joven encontrara explicación a tal fenómeno.
La madre de las muchachas Doña Josefina Jiménez y Alcazar había fallecido poco tiempo después del deceso de su esposo. La mujer siempre pensó que sus hijas por la edad que tenían cuando sucedió la trágica muerte de su cónyuge nunca recordarían las terribles circunstancias en que murió su marido. Así que en una complicidad criminal con su hermana y cuñado, les ocultó a las niñas los pormenores que rodearon el deceso del empresario. Resulta que el amigo, socio y compadre, abusando de la confianza de Don Juan Carlos Aranguren dispuso ilícitamente de gran parte de los activos de las empresas que tenían en sociedad y que él administraba, lo que llevó a la quiebra financiera a la mayor parte de aquéllas. El poder económico, el contubernio político y el encubrimiento consanguíneo permitieron al asesino burlar la justicia y posesionarse como ave de rapiña de lo que quedó de valor de la gran riqueza que con extraordinario esfuerzo logró amasar su víctima.
Aquel atardecer las hermosas gemelas volvían a su país de origen del que fueron obligadas a partir cuando apenas tenían cinco años de edad, los demás involucrados sobrevivientes de la tragedia que motivó su ausencia pensaban que las hermanas no recordarían nada de aquel suceso. El chofer particular de su padrino, un hombre de mediana edad, educado y extremadamente cortés, las llevó del aeropuerto hasta la residencia del que fue socio de su padre y que ahora por voluntad póstuma de su madre era el albacea de la fortuna que aun conservaban. Al llegar, sus padrinos las recibieron con grandes muestras de cariño. Paulina correspondía efusivamente a la calurosa bienvenida que les brindaban sus tíos; mientras que Paola al saludar a su padrino se estremeció cuando su lóbulo temporal registró un brevísimo impacto epiléptico. Después de los saludos, frases melosas, formalidades y arrumacos que se acostumbra en estos casos, las muchachas optaron por subir a sus habitaciones para bañarse, para luego bajar a cenar y ofrecer los obsequios que traían para sus padrinos.
Después de un reconfortante baño y un breve descanso para quitarse la pesadez del viaje, las bellas gemelas preguntaron a alguien de la servidumbre dónde se encontraban los dueños de la casa; les informaron que la señora estaba en la cocina supervisando y dando las últimas instrucciones para que se sirviera la cena, mientras que su padrino estaba en el jardín disfrutando del atardecer, pues cosa curiosa, el cielo de la gran capital normalmente cubierto por la contaminación, aquella ocasión mostraba una claridad inusualmente bella. Paulina se apresuró a ir a la cocina para entregarle a su tía aquella preciosa mantilla española que le trajo de regalo; había surgido entre la tía y la muchacha una espontánea empatía. Paulina en realidad no se enteró de las circunstancias en que murió su padre; la noche que su mamá la encontró llorando en posición fetal, era por que le afectó mucho el desprecio que le hizo su padrino cuando lo alcanzó a punto de que éste abordara su automóvil, pues el hombre la empujó violentamente para huir del lugar. Paola por su parte, con calma fue en busca de su padrino para darle aquel objeto que afanosamente buscó de tienda en tienda donde se ofrecían objetos de artesanía oriental para coleccionistas, sabedora de la pasión que aquel hombre tenía por todo lo que proviniera de oriente.
Paulina colocaba amorosamente sobre los hombros de su madrina la finísima prenda que le trajo como obsequio, mientras la dama con jovialidad y entre risas realizaba graciosos giros y poses de modelo cuando de pronto se escucharon voces que recriminaban airadamente, el alegato fue subiendo de intensidad y luego un grito ahogado que anunciaba fatalidad..
Las mujeres corrieron hacia el jardín de donde provenía el escándalo, en el camino encontraron al chofer y otros sirvientes que acudían a ver que pasaba; cuando llegaron vieron a Paola llorando en silencio y abrazando el cuerpo ensangrentado de su padrino, al hombre le brotaba la sangre a borbotones por las heridas que le causó el filo de un sable Muramasa, de los legendariamente “malditos” que lo atravesaba de lado a lado. Al ver la dantesca escena Paulina sintió una descarga eléctrica en el cerebro como cuando se experimenta un fenómeno Deja vu; que ha decir de los expertos se trata de una anomalía neurológica que consiste en la experiencia de sentir que se ha visto o se ha experimentado previamente una situación que en el presente se está viviendo. Mientras que su gemela Paola, tercamente como trece años atrás le imponía a su memoria un trastorno psíquico llamado Jamais Vu, que consiste en que la persona sabe que lo que está presenciando ha ocurrido antes, pero hace la experiencia explícitamente ajena.
¡Al fin se consumaba la venganza!, las hermanas gemelas Paulina y Paola Aranguren engendraron ese oprobioso sentimiento en su infancia y lo fueron desarrollando durante toda su vida en una asociación patológica que las llevó de la ansiedad a la esquizofrenia y que en una de ellas se manifestaba creyendo haber visto en el pasado un asesinato como el que estaba viendo ahora; mientras que la otra hermana cautiva de una anomalía neurológica se negaba, a pesar de la evidencia, a reconocerse como una criminal.
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