Tengo en el cuerpo - además de las huellas de múltiples hombres y un par de mujeres dulces- 38 años de soledad y constancia. Y en este mapa de caricias de amantes perdidos se han ido marcando a fuego también las palabras que me colgaron como leyendas. "Tienes caderas de yegua", me dijo un hombre de ojos claros como el mar de México (no lo conozco, pero me han hablado con intensidad de su transparencia de ángel). "¿Y esos ojos de avellana porque siempre tristes?", me dijo otro que me pintó la melancolía en el rostro. Alguno se atrevió a encontrarme bella cuando el llanto me arrastraba como ciclón.
Y, no obstante sus voces, desafío al mundo.
La ventana cae azul a un lado de la vereda que un día trenzamos juntos. Se alargan demasiado las tardes que no tienen la fragancia de su beso. Cada noche, en mi herejía de besos clandestinos, le dedico un minuto de recuerdos y pienso. ¿Para qué buscar la luz de tus ojos si tus ojos son la noche?". Y me respondo luego: "Sin duda, para saber que el corazón no olvida".
Me fui construyendo con las mareas, permanentemente anegada y húmeda, esperando el cambio de luna para levantar los labios hacia el cielo o dirigir los besos hacia el infierno según lo estableciera el oráculo fantasmal del cuerpo, que como reloj marca las horas de la lujuria y la sensualidad.
Una lágrima cae, ajena a mis suplicios, dejando en mis silencios una cuota de desdén. La miro callada y altanera como no lo fue jamás el afluente silbador de mis desgracias y le sonrío repentinamente orgullosa de su osadía. Si bien el mundo no cambia si una gota de agua surca sus tiesuras, sí cambia el mundo íntimo de la hoja apaciguada.
Señálame en la frente el estigma de los lobos, señálame con tus dedos de hielo tu marca de fuego infame. Señálame, gritando mi indecencia de musgo, proclamando mi santidad hecha jirones como un trozo de tela antigua.
Cuando camino por tu vereda mi canción es un canto mudo, pues la voz se hace murmullos de rosa ajada. Cuando camino por tu bosque, tus raulíes milenarios me ocultan el sol, pues la luz se contrapone a la oscuridad aromática de tu roce. Cuando camino por tus carnes, el rótulo de la serpiente arde en mi frente. |