Era una noche de octubre cuando la dejé partir. La más brillante, la más bella de todas las lunas iluminó el camino mientras ella se alejaba. En su andar, se llevó lo que yo más amaba... Sí, todo se lo llevó. Y no la he vuelto a ver; no he vuelto a saber de ella, como tampoco he sabido del amor, pero he sabido del dolor. Aquella noche la escuché. Habló... habló y habló, mientras mi alma se desmoronaba. Con algunas palabras tropezó, en algunos momentos dudó, se mordió los labios, tartamudeó, pero llegó al final; terminó y entonces... entonces, sólo se marchó.
Mil razones expuso, yo no recuerdo ninguna. Me dijo que necesitaba encontrarse. ¿Encontrarse? ¡Sí, encontrarse! No... no amigo, no me preguntes lo que significa, yo no lo sé, ella sólo quería encontrarse; encontrarse y... ¡y nada más!
Era una noche de octubre, era una noche como esta. Por eso estoy aquí; por eso estoy bebiendo. Quiero beber mi soledad, quiero ahogar mi amargura. Gracias amigo, gracias por escucharme, aunque no me conozcas. Gracias por estar conmigo en esta noche...
¿Sabes amigo?, la soledad es mala compañía, la soledad es mala consejera; sobre todo en una noche... en una noche como esta.
Salud amigo ¡Salud... bebamos! ¡Bebamos amigo! que esta noche yo invito. ¡Traigan más vino, traigan otra botella! ¡Esta noche vamos a beber! ¡Vamos a brindar por el olvido! ¡Vamos a brindar...! vamos a brindar, por ella...
Cancún, México.
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