EL JUEGO 15
Sus pesadillas eran recurrentes, la voz de aquel tipo, los quejidos de su madre, le taladraban los sesos, sus noches jamás volvieron a tener paz, se atrinchero en el cuarto que le había proporcionado su benefactor y se abandonó, los sirvientes que pasaban por ahí siempre le escuchaban sollozar o delirar, era como si una enfermedad incurable se hubiera apropiado de su cuerpo y no quisiera soltarlo.
Era la enfermedad del terror y del odio, en ocasiones en medio de sus pesadillas creía escuchar a aquel grupo que los secuestrara, y entonces se refugiaba en un rincón como un niño asustado.
Se escucho el llamado en la puerta, la habitación era un desastre, la dejadez, el abandono, el olor a suciedad mugre y comida echada a perder, había un dejo de tristeza en el ambiente y una pesadez de dolor que se podía percibir con facilidad, aguantando el olor y las ganas de vomitar el hombre avanzó:
- Voy a entrar, es necesario que hablemos –
- Entiendo por lo que estas pasando, si tu estas de acuerdo, traeré ayuda para que juntos resolvamos esto y puedas funcionar normalmente, ¿Te parece?
Aquel pobre apenas levanto la cabeza y tuvo las fuerzas para asentir, el mar interior revuelto y en tormenta no era fácil de soportar, así que cualquier salvavidas que llegara, iba a ser tomado de buena gana.
- Bien llamare a un amigo que es psicólogo para que venga y platique contigo, puedes aceptarlo o rechazarlo, pero como te dije antes quiero que me consideres tu amigo, y por ello deseo que estés bien, que vuelvas en lo posible a la normalidad.
Se alejo de nuevo por la ayuda, aquellos pasos fuera de la habitación resonaban como un eco de esperanza…
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