No es de extrañar querido amigo,
Que las demencias aparecen temprano,
Sin tener en cuenta los recuerdos, que te hicieron ver,
Y te hacen ver lo perdido.
En tu lugar no entiendo la confusión de los hechos,
Agarrados a ti de forma sumisa, con toques de no tener piedad,
A suspiros de saber que tu vida es una mierda,
Donde tú te has portado como la que más hiede.
El recuerdo pasa por tus manos,
De tu boca salio la magia de ser un dios,
Dios marioneta, lleno de aire y algodón ya negro,
Dios que juega al amor,
Dios que juega con lo entrañable de las personas,
En un tablero sin sentido, incapaz de formular la jugada perfecta,
Donde solo con plantear, ya estas muerto.
Religión de la demencia,
Diosa de la locura,
Caricias profanas que tanto te cuestan olvidar.
Desde ahora,
Sin intención de ser sectario,
Ayúdate de mi religión, profana, pero encaminada,
Donde no se pide fe, sino querer,
Donde mi dios no juega con tres almas, sino con una,
Que a la vez son dos encontradas.
Un Alma.
Historias paralelas semejantes al olvido, que muerden sin desgarrar los besos de la distancia, corpóreos de preguntas con respuestas vacías que impulsan a las locuras de lo desconocido. Andando entre el calor del cuerpo, tumbado a la espera, asoman los sueños del cansancio, mustiados por las sombras grises que deambulan por la sabiduría y caen convirtiéndose en polvo, sin un final determinado, sin un motivo aparente, solo con la destreza de mostrarse valiente. Y despiertas en brazos fríos, ajenos al laberinto de la personalidad, donde el alma abandonó el cuerpo, cerrado por mudanzas hacia los bajos de la compresión peor destilada.
Y en ese camino, deseando que termine ese momento, recorrido por una libertad cegada, repulsiva hacia la democracia de los buenos encaminados, que añora la libertad, sin estar en un estado de compromiso, que arrastrará a la odiada y deseada monotonía del sufrimiento en las historias inciertas. Con peligros rechazados a distancias cortas, pero con pasados desconocidos donde corre el dióxido de carbono y se agita la sangre, ahogando el paraíso.
Hay que caer, en los silencios para comprender los sueños, destruyendo la morfología de los sentidos en la simplicidad de existir. Despacio, recorriendo todo lo que nos rodea a medida que la vida explosiona junto a los obstáculos de la ya superada indiferencia.
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