Todas las noches sale de casa. La rutina no cambia. Vuelve por la mañana;
hastiado, deprimido y derrotado. El día significa una pesadilla constante.
Y sin embargo conforme transcurren las horas en sucesiva lentitud, en el
pecho de áquel hombre vuelve a encenderse tímidamente una luz esperanzadora.
Al salir la luna se acicala cuidadosamente, echa llave a la puerta y enfila
a cualquier sitio, siempre tentando al destino. Su vida nocturna es un continúo
buscar a la muerte. Su obsesión consiste en encontrar a su Mesías, al asesino
misericordioso que le despojara de su existencia. Está consciente que el
sólo no puede arrancarse de sus infiernos personales, persigue a la muerte que
invariablemente huye de su encuentro. Finalmente al salir el sol vuelve arrastrando
cansado los pies al hogar. Su vida se desgasta en una continúa búsqueda que
inexorablemente llegará sin ser llamada.