1 -EL PIANO
Mi nombre es Alfredo Hrdlicka, mas conocido como Bubi. Nací un 20 de diciembre de 1941 y fallecí hace pocos días el 29 de julio del 2008.
No deje descendencia y conmigo se pierde este apellido de origen checoslovaco en Argentina. Tengo la ilusión de haber dejado algo más que un simple nombre y apellido en esta vida. Por eso le pedí hace un tiempo a un integrante de esta página, -sobrino mío- que se encargara de resguardar mis escritos y recuerdos.
He tirado muchos de ellos, producto de momentos pasajeros. Otros, en cambio que no son pensamientos y actitudes inusitados, creo que vale la pena recordar.
Por ejemplo, cuando tenía yo cinco años y acostumbraba a mirar a mi hermana cuando estudiaba piano: El instrumento era rigurosamente cerrado con llave cuando ella terminaba con la clase “pues no era un juguete”.
Un día llego el descuido que yo tanto esperaba y entonces me senté a tocar algo que muchas veces había escuchado de mi hermana Mausi.
Así mi familia se enteró de golpe que contaba con una especie de niño prodigio, aunque solo fuera como elemento decorativo.
Antes de cumplir los seis años, sin saber leer ni escribir, tocaba y leía partituras enteras. Un amigo de mis padres -clarinetista excelente- me empezó a investigar y a someter a constantes experimentos musicales.
Incluso llego a transcribir algunas melodías que yo componía.
Cuando cumplí doce años, mis padres, mi profesora y yo nos pusimos de acuerdo para ingresar al Conservatorio Nacional López Buchardo, cosa que debí haber efectuado mucho tiempo antes.
Al año ingresé al colegio secundario y por diversos motivos dejé el conservatorio. Ya entonces necesitaba mantener alguna actividad artística y entonces dedicaba mis fines de semana a estudiar pintura. En adelante la música y la pintura serían las actividades que mantendría paralela a mis estudios, pero siempre como una especie de hobby, ya que según mis padres “con el arte no se para la olla”. Esta debe haber sido la frase que mas escuché en mi vida, como reproche o como consejo, daba igual.
Cuando terminé el bachillerato todavía no se porque ingresé a la facultad de Odontología. Aprobé el curso de ingreso y me fui a Europa con mis padres. Cuando regrese estaba en punto cero.
Fui a trabajar con mi padre en su fábrica metalúrgica en una especie de castigo que se prolongo por dos años, Mi padre Francisco era uno de los dueños, pero yo tenía que aprender a barrer y limpiar los baños. Paralelamente seguí un curso de diseño publicitario. Me recibí y tuve el coraje de dejar la fábrica desechando definitivamente la posibilidad de un futuro relacionado con ella. Esta decisión fue una bisagra en la familia, pero al fin y al cabo se trataba de mi libertad y mi amor por lo artístico.
Estudié idiomas y comencé a trabajar en las oficinas de publicidad de una importante cinematográfica inglesa. El cine que antes solo me agradaba llego apasionarme y la publicidad sería quien pagara la olla de allí en más.
El piano de mi infancia paso a ser un compañero para cualquier melodía que se me cruzara. Tocando sus teclas me relajaba y me hacía olvidar de aquellas cosas que me molestaban y nunca debí conocer.
Era libre, por lo menos eso creía en ese entonces.
Continuará…
-Escrito a los veintiocho años- |