El juego 13

Aquel protector llegó a una de las mejores colonias de la ciudad, ordeno que se abriera la reja exterior de su mansión, entro en una imponenete casa rodeada completamente por una enorme barda cubierta por follaje y una malla eléctrica, unos guardias de seguridad se inclinaron al verlo, llamo a la servidumbre para que le ayudaran a bajar al jovencito, lo cargaron aun dormido, ordenó que en cuanto se despertara se dispusiera todo para su aseo y alimentación.

Horas después despertó, con ojos de asombro recorrió el lugar, aquélla mansión mucho mejor que su casa, pisos de mármol, escalera del mismo material, finas pinturas y esculturas muebles del siglo pasado, una mujer de la servidumbre, le hablaba pero él aun seguía noqueado por su penosa aventura:

- En cuanto disponga puede usar el baño, o si desea comer.

Se levantó y como niño curioso reviso la casa, se detuvo en una pequeña estatuilla, una replica perfecta de la Venus de Milo, acaricio los muñones con su dedo índice y entonces se desplomó en llanto, se hizo de un rincón y se puso a llorar, la mujer que le ofreció ayuda, junto con uno de los mozos se acercaron, entonces su protector intervino:

- Déjenlo, ¡retírense!, que se quede solo por un rato. Ahí en ese rincón volvió a rememorar toda la pesadilla, la que él se imagino, los disparos que lo despertaron y la sangre de su padre que le había salpicado, decidió permanecer quieto y hacerse el muerto, para ver si tenia una oportunidad de sobrevivir, y así fue, ahora estaba en aquella casa extraña, era demasiado dolor contenido y se le escapaba a raudales por las lagrimas, tanto dolor no cabía por unas simples gotitas de liquido salado.
Lloró hasta que nuevamente se quedo dormido de inconciencia, los alaridos que profería aquel desgraciado desconcertaron a los sirvientes, despertó ya bañado con una elegante y fina pijama de seda, toco aquella ropa con curiosidad, estaba en una hermosa habitación, con la elegancia y el lujo de la casa a que lo habían traído, en la pared estaba lo que parecía un Van Gog autentico, escuchó unos tímidos llamados a la puerta y nuevamente se presentó la mujer de la servidumbre.

- Joven, ¿desea que le sirva algo de desayunar?

Asintió torpemente, y la empleada retomo sus pasos. Devoró el desayuno, diez días sin comer para aquel cuerpo en desarrollo, de aquel tamaño, en seguida se presentó su protector.