Había pasado mucho tiempo de la última visita, pero en el viejo cuarto, todo seguía igual, no había cambiado la cama de posición, como alguna vez lo prometió cuando ella se marchaba con la permanente promesa de no volver jamás, tampoco pintó las paredes y limpió los vidrios, no retiró las fotos viejas, en fin todos los recuerdos parecían estar ahí escondidos entre las paredes, cobijados entre el desorden habitual desde la ultima visita.
-Al parecer te esmeras en mantener el desorden.- Comentó al entrar a la habitación, con la mirada fija en un punto que no era común pero que le avisaba con claridad lo que sucedía.
-En un comienzo era para recordarte, pero al final, ya recuerdos no quedaban, eran solo cosas que fueron parte de ti y de mi.- Respondió caminando tras ella.
-Siempre has sido un maricón cobarde.- dijo adentrándose más a la habitación, hasta llegar a donde yacía él y estallando en lágrimas agregó -¿Cómo pudiste guardar tanta basura?
-Si supieras lo difícil que fue para mí tomar esta decisión, no me dirías eso.- Argumento mientras se ponía de rodillas a su lado y trataba de tocar su hombro.
Luego de un momento caminaba entre sollozos de un lado a otro, hasta que el color salpicado le provoco clavar su vista en la pared, acercó sus dedos y la tocó, aún estaba fresca y sus finos y pálidos dedos se tiñeron de ese color, un frio le recorrió el cuerpo entero y sintió un dolor al pecho que le hiso sentir angustia de estar ahí, tan sola. Se volvió a arrodillar ante él y dijo:
-¡Te amé con el cuerpo entero, pero siempre fuiste un cobarde! ¡Siempre fuiste un maricón!.- Exclamó con un llanto furioso, mientras tocaba sus labios entumecidos.
-No fue fácil para mi, tú te habías ido y yo estaba solo.- Desesperado argumentó con más fuerza, pero sin resultados.
-¡Tú sabías que siempre volvía!, ¡Sabías que no tenía otra alternativa!... Si tan solo me hubieses amado como decías, te habrías quedado cobarde hijo de la maldita puta.- Gritó entre sollozos mientras golpeaba con los puños el pecho inerte. –Podrías haberte quedado, lo habríamos intentado de nuevo, una vez más, solo una más.- Agregó acariciando sutilmente con los dedos, el revolver que descansaba en su mano.
-Es que las cosas nunca iban a resultar, siempre eran igual.- Dijo tocándose la sien con los dedos. –Ya no valía la pena.- Agregó mientras se miraba sus propios dedos pálidos.
Ella se volteó rápidamente y mirando al vacío de su presencia dijo:
-Para mi si, para mi siempre lo valía.- tomando el revolver de su mano jaló del gatillo y acabó con la conversación.
La pared se salpicó una vez más.
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