Ha sido mi amigo por años. Ha estado en mi vida y yo, en sus historias increíbles. Cuando lo veo, lo saludo y él, sonríe, con esa risa misteriosa y a veces picaresca. Tiene tantas aventuras, como pelos en su cabeza, aunque, a no engañarse, los cabellos disminuyen con la edad y él tiene más años que los que uno podría suponer.
Me gustó mucho esa ironía suya, cuando al salir de una mansión en la cual había pasado un mal rato, se limpió sus zapatos al salir. Es que, desde siempre ha sido muy voluntarioso, muy seguro de sí mismo y como consecuencias de ello, se ha visto atrapado en una maraña de sucesos de los cuales, siempre ha salido bien parado.
Es mi amigo, por eso lo comprendo y me río mucho con sus desatinos. A veces, lo escucho decir, con una voz extraña, que no es la suya, que la vida es lo que es y hay que tomarla como viene. Y bueno, dicho eso por él, es poco menos que una verdad indiscutible. He intentado emular sus pasos, pero no, todo es distinto, rasante y desigual. Sólo a él le suceden cosas que a mí no me ocurren ni en sueños.
Ahora, mi amigo está enfermo y me cuesta mucho creer que se esté rindiendo ante un suceso tan casual. Porque la muerte es algo casual y él, acostumbrado a eludir trampas y situaciones engorrosas, ahora pareciera estar aguardando a la parca, con esa mirada de pocas luces y encogido como cualquier mortal.
Ya sé que nunca se morirá del todo, que seguiré escuchando su voz, suya o prestada y su imagen resurgirá a cada instante, para sonreírme con esa mirada cómplice, y para decirme que la vida es lo que es y hay que tomarla como viene. Buen amigo ha sido conmigo y yo he correspondido a esa fidelidad. Y hoy, enterado de su próximo final, un final sin letras deslizantes ni música de fondo, puedo decir, que siempre lo he admirado y continuaré siendo su amigo, uno más de los tantos que han seguido sus historias en la pantalla de cine. Hasta siempre, Paul Newman...
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