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La Columna epistolar(Escribe: maravillas)
As life goes on one thing is clear
Some friendships prove just a veneer
But others with the march of time
Grow pure and strong like vintage wine
Querido y muy apreciado amigo, compañero de letras:
Me hubiera gustado encabezar esta carta con mi grafía personal, para hacerla más cálida, pero desconozco si esta página permite dejar esa impronta de la pluma; pasemos a otra cosa. Te decía, en mi último comentario a tu Columna dedicada al género epistolar, que deseaba responder en forma de carta, y aquí estoy, como siempre, tarde, pero cumplidora de mi palabra.
La carta a lo largo de la historia de la Literatura ha sido y ha significado uno de los mejores medios para transmitir sentimientos, dudas, sensaciones, complicidades, confidencias y confesiones entre escritores. Es uno de los géneros, (el epistolar), que más he leído, junto con la poesía, la novela y el teatro, y también uno de los que más he practicado ¡Qué mejor que escribir una carta al amigo!
A muchos escritores he aprendido a conocerlos mejor a través de su correspondencia ¡dice tanto! Hölderlin, Groucho Marx, Van Gogh , Marco Aurelio, Séneca, Petrarca…. Tú nos destacabas otros, como el “Castor”, Einstein, Flaubert, que tanto amaba el arte, porque de todas las mentiras, era, -según decía-, la menos mentirosa. Pero lo importante de tu Columna estaba en el contenido de esa epístola, de esa comunicación inmediata, sincera, sin tramoya, que no juega con la ficción, como en los otros géneros literarios. Sinceramente, te reconozco, que tu iniciativa me invitó a escribirte una carta, pero no para hablar del género epistolar, sino para contarte cosas. Y aquí estoy, dispuesta a dejarte estos últimos meses de mi vida en forma de carta, para continuar con esta excelente paloma mensajera y dejarla volar por la página de los cuentos, hasta llegar al palomar de su destinatario.
Te decía, Julio Enrique, que este último tiempo de mudanzas me tiene algo alterada y pensativa. Hace quince días solamente que recibí las ciento noventa y dos cajas de enseres que me han acompañado estos últimos veinte años de mi vida recorriendo el mundo (la mitad están sin abrir). Claro que antes tuve que hacerles hueco en un apartamento repleto de enseres y recuerdos de los que tenía antes que deshacerme. La parte catártica está casi finalizada, (con su desgaste), pero falta poner en orden y colocar todo lo que me ha acompañado este último tiempo y, si es posible, sin errores de ubicación. Y ahí está el problema: ¿Dónde quiero realmente vivir? Y cuando se ha vivido en tanto lugares, se han amado tantos árboles, se han echado anclas en tantos puertos y se han divisado tantos sueños en tantos horizontes, tu ciudad se hace inhóspita; siempre lo fue. Mientras te escribo estas líneas, me encuentro en el recoleto de mi casita de piedra, allá en una aldea de no más de cuarenta casas, todas dispersas en la ladera de un estrecho valle encajonado por el que se ensancha el río para desembocar al mar. Una casita humilde, que guarda ensueños que se pueden mirar y tocar con las manos, donde la glicina abre sus brazos y crece altiva, subiéndose a la pizarra del tejado, y el melocotonero, enfadado, decide este año no dar frutos en agosto, aunque las margaritas sigan cantando y las hortensias acaparen toda la belleza del entorno. La lluvia es buena amante de esta tierra, y se deja caer serena, empapando el aire con su fino manto. Y cuando el sol sale, la bruma del río se levanta, engalanando el prado, como si estuviera de fiesta el campo. Vivir aquí, para siempre, sería cambiar toda mi vida, darle un giro de ciento ochenta grados, poner las alforjas del pragmatismo boca abajo, desafiando al destino, vaciarse de profesiones y antiguas ocupaciones, volver a nacer. Y eso es, Julio Enrique, precisamente, lo que estoy en estos momentos pensando. Y no te asustes, que ya bastante asustada ando yo.
Seguramente, en un par de semanas te podré dar más novedades. Por ahora te dejo con este nudo gordiano que me habita, casi existencial, con el que pretendo alcanzar, al desatarlo, el buen augurio de la leyenda: conquistar por fin mi sueño, superando el vértigo que da la altura del cambio.
Y un fuerte abrazo desde esta hermosa “Itaca” (te seguiré escribiendo).
Alicia (maravillas)
8.VIII.2008
P.S. Encabecé la carta con la letra de una canción que escribí hace ya muchos años.
* Carta recibida en Cancún, costa mexicana del Caribe
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Texto agregado el 12-08-2008, y leído por 641
visitantes. (8 votos)
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Lectores Opinan |
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21-08-2008 |
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Gracias Maravillas por todo cuanto dices aquí y lo que dijiste en una columna anterior a ésta, sobre las cartas. Gracias por el contenido de esta misiva enviada a Borarje. Éste no hace más que reafirmar la importancia de este género dentro del mundo de la escritura. Tomando las palabras de Borarje "las cartas mucho enseñan, ayudan a conocer a la personas..." ¿Y... sabes qué? Me has dado una idea: como varias personas, tú incluida, me han pedido que cuente mi viaje a Guatemala, escribiré una carta y hablaré sobré él y la enviaré a la columna ¿te parece? Así, mato dos pájaros de un solo tiro. Ah… ¿pero a quién se la dirijo? Uhmmm, creo que a ti y a Borarje, aunque él no me ha preguntado nada. Un abrazo a ti y a nuestro común amigo. Los quiero a ambos. Sofiama |
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15-08-2008 |
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Magnífica columna. Haces bien en reinvindicar el género epistolar, pues estos adelantos tecnológicos atentan contra él. Hoy día incluso vemos la aparición de un metalenguaje para esa comunicación pronta, inmediata que se trasmite através de los chat y de los mensajes de texto telefónico. Todo tiende a que se acorten las palabras pero también se acortan las ideas. Es muy cierto lo que apuntas de las enseñanzas que este género ha dejado. Através de él se ejercita la interpretación y conocimiento de las distintas épocas, desde San Pablo hasta Marx. Y también es un género muy íntimo, quizás el que más, en el que desnudamos el alma, como lo hizo el joven Werther al contar sus desventuras por su amor a Carlotta, através de sus cartas a su amigo Wilhem. Entonces como género la epístola debe de continuar pues su misión siguirá siendo histórica, sociológica, política y romantica. Gracias maravillas por esta necesaria Columna y a borarje por sus buenos aportes. 5* _________ Tico |
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13-08-2008 |
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Muy significativo el comentario de luzyalegria. Antes que existiera tanta tecnología (messenger, chat, mail, teléfono móvil...) era común enamorarse mediante un intercambio epistolar. El esforzarse para elegir el papel más adecuado, practicar la caligrafía antes de escribir y así dar la mejor impresión con una letra impecable, rociar la carta con nuestra fragancia favorita para que llevara un poco más de nosotros. La emoción al depositarla en el correo y pensar que hará un viaje que nosotros quisiéramos hacer hasta el corazón del ser amado. Todo era un ritual. No me extraña que Lety trajera en la sangre ese gusto y facilidad por las letras (sé que su mamá también escribe, y lo hace muy bien). Como bien lo dices, Alicia, se conoce a los escritores (y también a los grandes músicos) al través de sus cartas. Yo aprendí a conocer al eminente compositor ruso Pyotr Ilyich Tchaikovsky al través de sus cartas. Por sus cartas aprendí que su Sexta Sinfonía (Patética, escrita en 1893, pocos días antes de su muerte) fue la obra que lo dejó más satisfecho. Por sus cartas sabemos de su romance con la Condesa von Meck. (viuda con doce hijos, quien se dedicó a dar ayuda a desconocidos artistas). Mientras terminaba su célebre Obertura 1812 escribió a un amigo que no estaba conforme con ella, la sentía "muy ruidosa" y para colmo, el estallido de los cañones, pero sentía que debía dejarla así. Y qué bueno que hiciera caso a ese sentir, porque nos legó una obra magnífica, con todo el drama de la guerra. Las cartas, Alicia, mucho enseñan, ayudan a conocer a las personas en sus más íntimos sentimientos. Gracias por esta carta. Cuando La Columna del Miércoles formó parte del proyecto La Columna de este sitio, loscuentos.net, escribí una columna sobre aquellos tiempos, cuando el intercambio epistolar era importante entre las personas, La Columna del Miércoles terminó convertida por mucho tiempo en La Columna Epistolar. No me extrañaría que ocurriera lo mismo esta vez. Mis cinco estrellas, convertidas en besos, son para ti, mi entrañable amiga.
borarje |
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13-08-2008 |
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recuerdo bien esa promesa de maravillas en una de las columnas, sì precisamente en la que aprendiamos sobre la comunicaciòn epistolar. sin duda es un ejemplo claro de lo que es este gènero, natural, espontàneo y lìrico. Le contaba yo a Julio Enrique alguna vez (o ya no me acuerdo si si lo hice) que mis padres se "enamoraron" por su comunicaciòn epistolar...jeje antes no habia chat ni nada de esto, era poner en una carta la esperanza, el alma misma que se desdoblarìa al momento de llegar a su destino. Como gènero da al lector la posiblidad de conocer costumbres, historia, etc. del contexto en el que se desarrollan "los personajes" y eso en sì ya es valioso. es un deleite esta carta. felicidades y gacias por exponernos el gènero de tan bella forma. luzyalegria |
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