Esperas que vea un futuro esplendor en las líneas de tu mano, el príncipe azul que ha de venir en la borra del café y una fortuna en los naipes que arrojo sobre la mesa.
Pero tus ojos tristes se agrandan y tus labios se tuercen cuando te digo lo que veo. Anuncio con voz solemne que una catástrofe se cierne sobre ti: Pierdes la fe y la dignidad por culpa de un amor ingrato, el trabajo, por maledicencias de tus colegas y se avecinan problemas de salud, a causa de tus malas costumbres.
Pero no es que el destino se ensañe contigo, advierto, mientras revuelvo la baraja. Detrás de todo está la mano de una mujer, alta, morena y solemne como la Quina. Una mujer con recursos y de negros sentimientos, que por pura envidia ha invertido lo suficiente en trabajarte para que no seas feliz.
Cuando calculo que ya tienes el corazón lo suficientemente oprimido, te aseguro que por treinta mil en efectivo, espanto la mala suerte. Por otros cincuenta mil, la hacemos probar de su propia medicina, ofrezco.
El miedo te nubla la cabeza, te afloja el bolsillo y musitas un sí tímido, aunque firme a causa del odio y la desconfianza. cerramos el trato. Y es que aunque nunca es buena, mata el alma y la envenena, en este negocio, la venganza sigue siendo el ingreso más rentable. |