Carta
…De la sombra al hombre.
¿Sabes?… Es una sorpresa para ti… Y una satisfacción para mí hablar contigo aunque más no sea a través de esta carta y después de haber caminado a tu lado el tiempo que llevas de Vida, con excepción claro, cuando me extravías en la oscuridad.
Tal vez lo ignores, pero al menos estarás sabiendo que también existo… Plana, adaptándome a cada circunstancia perteneciente a una geometría accidental. Unas veces me colocas adelante, otras atrás, como fastidiado por mi perseverancia; muchas otras a tu costado o saltando según tu caprichoso deambular con la intención tal vez de abandonarme en algún rincón, en un escape repentino cubierta por mis mayores, sin que pienses que estaré esperando en el otro extremo con el deber de acompañar tus pasos permanentemente, sin pedir algo a cambio.
Nací contigo. Soy hija del obstáculo. No tengo conocimiento si mi existencia es útil. Al menos sé que de algún modo lo es para otros, como la de los otros lo es para ti… Pero de algo estoy segura: que gracias a tu existir, existo. Y al existir yo, sabes que entre luces y sombras, existes. Eso… Aunque rara vez te preguntes sobre mí.
Todas somos hijas de obstáculos. Sin ellos no tendríamos existencia.
Somos ínfimas, pequeñas, grandes, inmensas, pero sin mostrar el volumen exacto de nuestro obstáculo. Es nuestro secreto entre él y la luz.
No poseemos sonidos, tampoco visión. Nos adherimos al obstáculo como el ciego al lazarillo; pero me siento feliz porque me das movimiento y por no pertenecer a las que siempre están quietas o adormecidas según la luz.
Por eso, a donde vayas, irremediablemente estaré contigo. Nací contigo. Partiré contigo.
Pero… ¿Sabes?… Constantemente recorre por mi figura plana un desagradable escozor. Cuando te abrigas a la sombra de otros obstáculos, no se aviene a mí el temor porque estás, y de alguna manera, débil, casi difusa, sé que también estoy… Más cuando penetras en la oscuridad, tiemblo. Te abandono o me abandonas y es entonces que corro hasta el otro extremo aterrada, como presintiendo encontrarte nuevamente ahí. Pero mientras la espera transcurre, la angustia de ignorar si es ésa tu salida, desespera mi existir plano y ausente… Hasta que aparezcas, porque si yo he equivocado el lugar del reencuentro o desconoces mi paradero, me corroe el temor de que ambos hubiésemos partido sin tan siquiera un cordial gesto de amistad.
Con afecto, tu sombra.
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