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****** LA VISITA ******

El calor de San Salvador, ocupaba las noticias recientemente, era un calor cada vez más intenso y que la población mencionaba cuando estaba en alguna parada de buses o comprando alguna cosa en la calle o en las tiendas. Me imagino que en los hospitales ha de ser una completa tortura para los que estaban internos.

Visitaba a mi sobrina en el cuarto de habitación número 23, de la sala de niños con tratamiento de cáncer, y apenas, me detenía a preguntar alguna cosa, o a comprar algunos tamalitos en la calle, para comerlos mientras esperaba entrar en la visita. Mi hermana, trabajaba todo el día, y rara vez le querían dar permiso para ir a verla. Estaba prohibido llevarles comida, aparte yo no sabía nada sobre el cáncer, mi mamá me decía que eso se pasaba que si visitaba a alguien con cáncer me podría enfermar, pero ella ya no está, que Dios la tenga en su gloria, sin embargo, yo visito a mi sobrina, pues no me importa lo que ella decía sobre eso, la última vez, que estuvo en casa antes de la enfermedad mi hermana me dijo “mirá llevate esto en la carterapara que Ricardito lea en la casa o saque de ahí las tareas que le dejan”, recuerdo que eran unos libritos pequeños, y entre ellos venía un librito algo viejito, pero mi sobrina no dejó que me los trajera, su libro preferido por equivocación se habría colado entre los demás, y se echó a llorar cuando me vio que mi hermana me los echaba en la cartera, yo no vivía con ellas, pero siempre las visitaba, y veía que la niña se ponía a leer algo en ese libro que apenas conozco, alrededor le escribía y garabateaba letras y dibujos, pero como yo nunca aprendí a leer, porque mi mamá nos enviaba a vender, soy ignorante de esas cosas, ella nos decía que la escuela era para los ricos, nosotras debíamos trabajar, pero la niña parecía que encontraba en el libro una respuesta mágica, algo que solamente ella conocía. Me pareció sin duda que aquel día era de los más calurosos, y pensé que a la niña le iba a gustar que en esta ocasión le llevara su libro predilecto, aquel que le sacaba una sonrisa o una lágrima, aunque yo prefería sus sonrisas por lo menos para que no pensara en lo mal que se sentía lejos de nosotras y bajo este intenso calor, había perdido más de un cabello en aquel libro, y yo los saque toditos para que no se echara a llorar por algún cabello que encontrara ahí, y que le recordara su hermosa cabellera negra y larga que adornaban a la perfección su piel de niña trigueña. A mí me daban una ganas de descubrir lo que ese librito escondía para la niña, qué tendría ese libro que ningún ser humano a su alrededor lograra en ella. Simplemente no lo comprendo. Aquel día recuerdo, llevar los tamalitos, y con cuidado los eché en su bolsa, los envolví en papel higiénico, para que no derramaran ninguna sustancia sobre las delicadas hojas color lila de aquel librito. La niña parecía una flor aquella tarde, descansaba en sábanas recién puestas, en una camilla, de arriba, que bien en las noches le daba la oportunidad de hablar con alguna estrella, o pedir deseos a los luceros, yo creía en todo eso, porque de niña fui igual que ella, aunque ella ya tenía 13 añitos, era toda una señorita casi, y me daba pena que estuviera ahí. Ella me recibió como de costumbre, con una sonrisa en la mirada, que desbordaba de cariño y dejaba entrever una frase entrecortada “lléveme con usted tía”, no podía negar que mi sensación de madre me hacía triste y miserable por no poder hacer nada por ella. Al mostrarle el libro, casi se cae de la cama por un sobresalto, y la tuve que detener porque casi se me venía para abajo mi muchachita. Ella en varias ocasiones me mencionaba que extrañaba algo, que si le podría buscar un librito, y ese día sentí la sensación de llevárselo, pero no quería que llorara, por lo menos esta vez no lo hizo se alegro sobremanera con la sorpresa. Pareciera que hasta en sueños me lo pidió unos días antes, a esa entrega. Recuerdo que le pregunte sobre qué tenía el librito, y porque lo manchaba con colores y cosas, y claro que ella no entendía que yo no supiera leer, me decía que era secreto, pero que por ser yo me lo diría, me dijo que ahí guardaba todos los mejores recuerdos y secretos que ella sentía en su corazón, y que había de todo, pedazos de letras de canciones que ella prefería, fechas importantes que ella no quería olvidar, nombres de chicos y amigas que la querían, y sobretodo descripciones de su mascota, o de su mamita, su papito y yo. En ese momento yo me asombré, y le pregunté que cómo era posible que ahí estuviera yo, que ella no me había dicho antes, pero luego entendí que era algo así como sus memorias. Me leyó algunas cosas que sonaban muy armoniosas al escuchar y que ella decía que era poesía, no entendía mucho, pero igual me sentía extraña cuando me los leía. Aquella fue una tarde que no olvidaré nunca, pese al calorcito, todas las demás personas nos veían y se preguntaban cómo era posible que sintiéramos felicidad en un lugar así, y nos estuviéramos riendo por ratos. El doctor pasaba por ahí, cuando corté de repente la conversación con mi sobrina, para preguntarle sobre su estado de salud, y me dijo que él no me podía dar muchos detalles, que le preguntara al doctor responsable, pero que en un 80% de probabilidad tenían de curación todos los niños en ese sector donde ella estaba. Yo no comprendí mucho lo que intentó decirme y le pregunté que significaba eso, a lo cual me explico un poco mejor, y me quedé tranquila.

Poco faltaba para que finalizaran las visitas, cuando, me disponía a dejar a mi niña, ahí como una flor en pero ahora con más entusiasmo por su amigo libro. Al salir por uno de los pasillos, me di cuenta que mi hermana venía llegando a toda prisa, y quería entrar pero le expliqué que las visitas ya habían terminado, que nomás tendría unos 5 minutos para verla, y le entregué la tarjeta, ella me preguntó que cómo se sentía la niña. y le conté lo feliz que se mostró al llevarle su libro. Y ella exclamó “pobrecita mi criaturita, aún sabiendo que va a morir pronto, no deja de mostrar felicidad por todos nosotros; es un alma que Dios nos regaló sólo por un tiempo”, y se echó a llorar en mi hombro. Yo no sabía que decir, hace un momento me explicaban que tenía cura, y que podría salvarse, pero no era lo que estaba percibiendo ahora, cómo era posible que ella no me haya dicho nada, se pasó todo el tiempo de las visita, por supuesto que seguimos visitándola, hasta el día, en que sólo se quedara respirando profundamente, con su pequeño librito abrazada contra su pecho, y sus delicadas páginas de color lila.

Texto agregado el 10-08-2008, y leído por 112 visitantes. (0 votos)


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