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Nadie lo sabía. Sólo tú y yo. Te vi ausente y doblado en la silla. Recordé que una vez te dije: “Nada mas delicado en mi boca que cuando pronuncio tu nombre”. Ayer enterré mi pasado y vine corriendo hacía ti. ¡Sé que eres tú!, todavía hay una luz que juega con los gnomos de la montaña y el iris conserva la forma de corazón. ¡Eres tú! No tengo duda. Me doy vuelta para irme y comprendo que lo que nunca llega, duele menos que lo que llega tarde. |
Texto agregado el 28-04-2004, y leído por 558 visitantes. (15 votos)
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