Hay muchas cosas de la situación que no puedo comprender. Trabajando desde temprano, personas iban y venían en gran cantidad, centenares, miles, tal vez incluso millones. Pero justo, en medio del delirio, el cansancio y la oscuridad, mis ojos lo ven...
Y no puedo entender cómo, de tantas personas que había visto en aquel día, vengo a reparar justo en él. Y dicha visión no sólo me da confusión y dolor, sino que avesina a un simple suspiro mientras me hallo exhausta, tendida en el suelo: "Tiene novia...".
Y el desespero ciego de resaltar entre la multitud, de tratar de llamar su atención, para sólo quedar completamente ignorada. Me dolió, pero continué con mi labor.
Con todo aquello, simplemente dejé pasar la situación. Nuestras personalidades chocan; yo no soy para él, y él no es para mí. Pero qué cosas, cuando sentada en la tranquilidad de tu casa, tu madre te susurra al oído: "...está de novio".
No lo amo, ni tengo obsesión por él. Simplemente, me gusta. Pero, ¿por qué tiene que doler?
El Fatum me juega una mala pasada macabra, y como disfruta el cosmos de mi confusión, pues veo señales en donde no las hya, e ignoro las que nunca llegan. ¿Por qué la vida se deleita tanto con mis pequeñas dosis de infarto?

Vania Liberoff Vázquez